De creer a los medios estadounidenses, hay una enorme campaña extraoficial de censura contra quienes abogan por Palestina.
Es una triste ironía que mucha de la censura, que incluye despidos y cancelaciones de donaciones a universidades, corra a cargo de partidarios de Israel y frecuentemente de los judíos mismos, esos que han dado al mundo muchas de las nociones de libertades de opinión y prensa.
Peor aún porque para parafrasear al internacionalista Fareed Zakaria, Israel es una idea y un país que vale la pena defender, aunque a veces su gobierno se comporte de manera inexcusable.
El punto es que las barbaridades que se cometen en nombre del pueblo de Israel no excusan las atrocidades que se cometen en nombre del pueblo palestino.
Y no se puede culpar solamente a los extremistas en cada lado, sino también a quienes entre sus dirigentes aceptan jugar con las reglas impuestas por aquellos, o se benefician de ellas.
El ataque lanzado por el grupo Hamas el 7 de octubre no tiene otra denominación posible que terrorismo, aunque sea con el pretexto de responder a las barbaridades cometidas por invasores de tierras israelíes en zonas palestinas de la Ribera Occidental.
La sospecha es que el ataque más bien obedeció a intereses geopolíticos ajenos y no necesariamente del todo a los del pueblo palestino, que en Gaza sirven, a querer o no, como cobertura y refugio a los militantes de Hamas. Son ellos quienes sufren el peso de la represalia israelí y su sangre será la ganancia política del grupo terrorista.
De igual forma, los hostigamientos y ataques por colonos israelíes de asentamientos irregulares contra residentes palestinos, con una visión que justifican con argumentos presuntamente bíblicos, pero con el más o menos solapado apoyo político del gobierno de Benjamin Netanyahu, difícilmente pueden ser vistos como inocentes.
Así, muchos que vemos el tema desde afuera luchamos con sentimientos encontrados. ¿Condenar los ataques de Hamas nos hace anti-islámicos? ¿Reprobar los excesos del gobierno israelí nos convierte en antisemitas?
Probablemente así ocurra en la visión maniquea que normalmente rodea el conflicto árabe-israelí, agudizada ahora por la guerra entre un Estado constituido y una organización presuntamente patriótica que controla un territorio y usa métodos terroristas para luchar y sostener su infraestructura.
Pero a nadie puede alegrar la visión de hombres, niños o mujeres muertos. Sea a tiros, asfixiados o incinerados dentro de sus casas, o a causa de bombardeos entre los escombros.
En ese marco, al menos en Estados Unidos y Europa han habido despidos de periodistas y críticas a personas o instituciones universitarias que se solidarizaron con los palestinos. Y grupos propalestinos han respondido con igual ferocidad a través de redes sociales, aunque con menos recursos.
Sin embargo, el antisemitismo y el anti-islamismo son igualmente negativos.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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