Bueno, pues ya no se puede fumar en una tremenda cantidad de lugares que incluye los parques, los hoteles, las playas y, sonadamente, las terrazas de los restaurantes. El gobierno que cacarea una y otra vez lo de “prohibido prohibir”, como para convencernos de que el espíritu del 68 francés sí entró a Tepetitán y combina con el cristianismo antiabortista, suma así una prohibición o imposición más a la tontería del etiquetado, que a su vez acompañan bajezas sin gracia como las caricaturas de El Fisgón, y a los decretos contra los vapeadores, dos actos de puritanismo perfectamente ajenos al pensamiento científico que son, por lo tanto, muy propios de uno de sus impulsores más importantes, el Doctor Muerte.
La nueva andanada legal de la 4T tiene muchos detalles, entre ellos la prohibición de que las tabacaleras hagan visible sus productos en cualquier escenario, es decir, en la publicidad, como ya estaba estipulado, pero incluso en la tiendita de la esquina. Ojos que no ven, pulmones que no sienten: alguien cree que si no ves la cajetilla no se te va a antojar un tabaco. Brillante. Me detengo sin embargo en lo de los restaurantes. Es cierto que para los no fumadores lo del tabaco en las terrazas era frecuentemente muy molesto.
Se los dice una persona que fumó como degenerada durante 15 años, lo dejó hace 23 y ha desarrollado una creciente incapacidad para lidiar con el humo del cigarrillo. En efecto, la nada rara indefinición con las áreas para fumar en las terrazas, o la invasión del humo a las zonas exteriores para no fumar, te obligaba o a pegarle a la nicotina ajena o a resignarte a los interiores. El problema, sin embargo, era, como siempre, de orden. Como en tantos países y como de hecho pasaba en tantos restaurantes en México, es posible respetar el derecho de los que fuman sin joderle la vida a los que no. Era cosa de un poco de método; de reglas claras y firmeza para hacerlas respetar.
En este sexenio, sin embargo, las cosas funcionan de otro modo: o dejas hacer, como al crimen organizado y Yasmín Esquivel, o prohíbes a rajatabla. En este caso, los perjudicados son los propios fumadores, que, insisto, también tienen o deberían tener derechos, y los empresarios restauranteros, que hace poco le metieron una lana a esas terrazas que vemos en varias colonias, bien puestas y en general razonablemente no invasivas, y que probablemente vean disminuidos sus ingresos.
Lo de prohibido prohibir, por supuesto, no es más que papel mojado. El progresismo a cargo, además de los asuntos arriba mencionados, volvió a la charlatanería de la ley seca, esa forma que tienen los políticos de aparentar que están chambeando, y prohibió el azúcar en las escuelas. Acabaremos bebiendo atolito y agua de jamaica, como en las recepciones de Palacio Nacional. Sin etiquetado.
Julio Patán
COLABORADOR
@juliopatan09
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