La estética de las fiestas patrias es más o menos la misma desde que era pequeña. En mi infancia de los años 70 me emocionaba cuando comenzaban a decorar los mercados y la plaza del centro de Coyoacán, que es donde vivía, con estolas brillantes, luces de colores y con puestos de comida tradicional. Todo se transformaba y en tres días se convertía en una especie de salón de fiestas al que estábamos invitados para comer pozole, para pasearnos vestidos como chinas poblanas versión Frida Kahlo, como el cura Hi dalgo o charros negros, y todo para dar el grito. Hoy las cosas lucen más o menos igual porque el espíritu festivo de los mexicanos sigue intacto; nos gusta la fiesta y nos gusta decorar. A Coyoacán ya no voy en estos días porque se llenó de gente y se volvió imposible disfrutar de casi nada con tanta humanidad aglomerándose por doquier, pero me gusta darme una vuelta por el Zócalo de la capital para caminar un rato y ver las luces de noche. Es una costumbre que me hace sentir feliz porque además de que amo profundamente al centro de esta ciudad, me encanta la sensación de pensar que es posible museografiarlo como si fuera un museo de tamaño descomunal.
Entre mis objetos favoritos de la temporada están los carros que venden las banderitas, a quienes podemos ver contoneándose por las calles desde los primeros días de septiembre repletos de rehiletes, de moños tricolor y con cualquier cosa que a un patriota promedio se le pudiera antojar para completar su vestuario. También me gusta ver a las señoras con pestañotas de cartón y papel brillante, muy maquilladas y con trenzas de estambre. En las banquetas de los barrios donde se festeja con más ganas se puede comer toda la oferta de garnachas patrias para saciar el hambre de cualquiera al que le quepa una torta ahogada completa, un pambazo “con todo” y un litro de agua de horchata para asentar los bocados.
Al menos en esta CDMX a partir del 15 de septiembre ya es navidad, porque de aquí a que termine el año se nos atraviesan los festejos de los días de difuntos y poco después despertaremos en una gran cruda colectiva la primera mañana de 2023. Espero que las noticias de esa nueva semana de enero sean generosas con los mexicanos y nos den chance de despabilarnos con calmita para volver a empezar la vida cotidiana de manera regular. Pero hoy es 15 de septiembre y lo que debemos hacer es irnos de juerga con los amigos y ser felices pensando que esta tregua semi vacacional nos va a durar una eternidad. Por mi parte ocuparé toda la mañana para hacerme invitar de emergencia por alguna alma caritativa, porque a la anfitriona de la verbena de este año le dio COVID y acaba de cancelar. Así que se aceptan sugerencias y si alguien tiene ganas de recibir a esta humilde festejante en su hogar prometo llevar unas tostadas, divertirme mucho, comerme todo lo que me ofrezcan y gritar bien fuerte con todos los demás ¡Que viva México!
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
PAL