La Nueva Anormalidad

Sana Sanna

Si los finlandeses son tan buenos demócratas como se precian de ser, la sana diversión de Sanna Marin la dejará políticamente ilesa

Sana Sanna
Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Churchill fumaba entre 8 y 10 habanos grandes al día. (No en vano los que alcanzan un largo de 18 centímetros y un diámetro de 19 milímetros son hoy nombrados en su honor.) Roosevelt fue un infiel crónico, lo mismo que Kennedy y Miterrand (quien incluso tuvo dos hijos fuera del matrimonio). ¿Importa a la hora de hacer el balance de su legado como gobernantes? En lo más mínimo. Datos para lo que los franceses conocen como la petite histoire, resultan irrelevantes en términos de la Historia al pertenecer a su vida privada, que no es (o cuando menos no debería ser) materia de ésta.

Una nueva para el museo de las minucias políticas: a la actual primera ministra finlandesa, Sanna Marin, le gusta la fiesta. No que se haya presentado borracha o cruda a un acto público, o que haya incumplido su deber. No que se le conozca un hábito –como, de hecho, sí a Churchill– de comprar champaña por caja. Y menos aún que consuma drogas ilegales, hipótesis popular maledicente recientemente derrotada por un análisis toxicológico al que se sometió de manera voluntaria.

Marin es una política que ha conocido una carrera vertiginosa: en 2012 era electa diputada local por su Tampere natal; para 2013 presidía el Legislativo de esa ciudad; en 2014 era designada segunda vicepresidenta de su partido, el Socialdemócrata; en 2015 llegaba como legisladora al Parlamento Finlandés; en 2019 no sólo se reelegía en su escaño sino que asumía la titularidad del Ministerio de Transporte y Comunicaciones; para 2020 era ya primera ministra de Finlandia. ¿Su edad al ir asumiendo esos cargos? 26, 27, 28, 33 y 34 años, respectivamente. Hoy tiene 36. Y, como muchas personas de esa edad –y aun mayores– en sus ratos libres le gusta echarse unos tragos con los amigos, cantar canciones pop a grito pelón, bailar, e incluso bailar semi cachondo –es decir mitad en serio, mitad en broma– con hombres y mujeres que no son su pareja (que es un ejecutivo de una incubadora de start-ups con el que se casó en 2020 y que es padre de su hija). Por desgracia también le gusta hacer todo esto ante las cámaras de los celulares de sus amistades.

De ahí el escándalo actual que tiene en vilo su carrera política, y que coincide con la solicitud de Finlandia de ingreso a la OTAN, con su compromiso a reducir en un 90 por ciento las importaciones de petróleo ruso para fines de año y con su reciente visita a Ucrania, donde se dejó fotografiar con el presidente Zelenski y firmó un acuerdo bilateral para la reconstrucción del sistema educativo de ese país.

Si los finlandeses son tan buenos demócratas como se precian de ser, la sana diversión de Sanna –derecho que no pierde por ser funcionaria pública– la dejará políticamente ilesa. (Si acaso podrá acusársele, por lo que se oye en sus videos, de tener muy mal gusto musical. No más).

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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