COLUMNA INVITADA

El presidencialismo de AMLO, un lujo que los mexicanos no podemos darnos

“Yo soy el destapador y mi corcholata favorita será la del pueblo”, afirma Andrés Manuel López Obrador

OPINIÓN

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Martha Gutiérrez / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Yo soy el destapador y mi corcholata favorita será la del pueblo”, afirma Andrés Manuel López Obrador.

En este espacio hemos analizado una y otra vez la lógica y estrategia que sigue el Presidente de la República, desde dos puntos de vista: el de la comunicación social, a partir de mi experiencia sobre el manejo de narrativas, operación con medios de comunicación y agenda pública, y el otro que implica el diseño institucional de democracia en México, la representación política y los partidos políticos. En otras ocasiones de manera particular he abordado hechos concretos, para que desde lo concreto podamos abstraer diagnósticos y consecuencias.

A partir de la afirmación inicial, considero que es momento de hacer un alto en el camino y exponer una idea clave que requiere de una atención urgente, que por diversas razones, pero sobre todo por necedad, egoísmo y profunda ceguera en el país no se ha llevado a cabo.

Sin duda no soy la única en señalarlo, cada día más voces se suman a lo que desde un inicio algunos anticipamos. Que Andrés Manuel López Obrador ejercería el poder que le otorga la Constitución Federal de manera que nos recuerda 1917, con un presidencialismo exacerbado y que su intención y formas darían lugar a una larga permanencia en el poder. Muy pocos lo creyeron, porque lo mismo anticipó el PAN en el 2000 y luego el PRI en el 2012. Ambos con evidentes políticas que si bien aportaron desarrollo y crecimiento económico, también contribuyeron a generar un rechazo creciente por la percepción de satisfacción de intereses personales de unos cuantos personajes.

Es innegable que el país en el 2018 no se encontraba en las condiciones tan paupérrimas de política pública, organización, profesionalización, economía y seguridad como los tiene ahora con la administración de Andrés Manuel López Obrador. Es vergonzoso observar al país ahogado en la ineptitud de los funcionarios de la 4T y de lo que comienza a sufrir la población.

Sin embargo, los vacíos de información y una ausencia absoluta de operación política en materia de medios de comunicación dieron paso a una avalancha de rumores y especulaciones que fueron un factor esencial para potenciar la percepción y el enojo social que fue aprovechado por López Obrador para construir su narrativa y estrategia de polarización. Esto significa que el problema de comunicación y percepción fue mayor de lo que en realidad los gobiernos anteriores al actual se desempeñaban.

El hecho es que si Andrés Manuel López Obrador obtuvo el triunfo en 2018, no fue gracias a una popularidad arrolladora, mucho menos a una visión de Estado y la construcción de un proyecto de nación. Su triunfo se dio gracias a los gobiernos del PAN y del PRI, que a través de algunos personajes construyeron y provocaron una opinión negativa y un malestar generalizado en los ciudadanos.

Sin embargo, quienes más responsabilidad tienen en todo este embrollo han sido, con contadas excepciones, las falsas dirigencias del PRI, PAN y el PRD, particularmente de 2012 a la fecha, quienes teniendo todo para hacer buena política y habiendo formado a políticos jóvenes, progresistas, verdaderos líderes sociales, empresarios e industriales, radicales y centristas, hayan despilfarrado todo por la ambición desmedida de 4 o 5 personas, que pronto olvidaron su pasado y al probar las mieles del poder, se ahogaron en sus propias disputas y ambiciones, olvidando como y para que llegaron.

Mención aparte merece el PRI (ejemplo mundial de organización), al desaparecer a sus organizaciones, e imponer no sólo a tecnócratas en el gobierno sino en la organización política dura, con personajes como Enrique Ochoa, por ejemplo, que destrozaron cualquier intento de relación y representación con la población. Estos personajes fueron los que provocaron todo este galimatías, y además, fueron los principales impulsores de Andrés Manuel.

Por ello, no nos queda más que hacer un alto en el camino y cortar por lo más sano, establecer un mea culpa, y revertir dicha situación. ¿Cómo?

Justo, que quienes propongan la nueva ruta política, organizacional y de acceso al poder no sean quienes han provocado todo este escenario.

Porque en verdad, el riesgo es que los ideales de la ilustración que dieron lugar a la división de poderes, los pesos y contrapesos, y la república están a meses de que también puedan ser reorganizados.

Esto, es un lujo que los mexicanos no podemos darnos.

Y no es pregunta.

POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ

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