POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

A la sombra de la superpotencia

Es una obra erudita, exhaustiva, con elevado rigor analítico, que redescubre “el poder de los archivos”, la evidencia documental que descansa en los expedientes históricos como fundamento y columna vertebral de la narración

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La Doctora Soledad Loaeza, profesora emérita de El Colegio de México, nos ha regalado un libro extraordinario, A la sombra de la superpotencia. Tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría 1945-1958, en la que examina el desarrollo político de nuestro país en ese periodo histórico clave.

Como solamente logran hacerlo las grandes obras, reta nuestras creencias previas. Nos ayuda a entender cómo era el mundo en los años duros de la Guerra Fría, y cómo la confrontación entre las superpotencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial -Estados Unidos y la Unión Soviética- influyó en la conformación en nuestro país de un sistema político autoritario, que giró alrededor de una presidencia fuerte, y el entonces nuevo partido hegemónico, el PRI. 

Es una obra erudita, exhaustiva, con elevado rigor analítico, que redescubre “el poder de los archivos”, la evidencia documental que descansa en los expedientes históricos como fundamento y columna vertebral de la narración.

Es un libro contra los mitos, como la que sostenía que los presidentes mexicanos eran un “Monarca sexenal” (Cosío Villegas dixit), con poderes ilimitados durante su mandato, en que podían hacer lo que les viniera en gana para materializar sus designios. Soledad Loaeza se propuso analizar no tanto las capacidades constitucionales y metaconstitucionales de los presidentes mexicanos de aquellos años, sino más bien las restricciones que acotaban ese supuesto poder ilimitado, centrándose en una fundamental en la historia de México: el “factor externo” encarnado en Estados Unidos. 

El estudio se centra en los años en que nuestro poderoso vecino alcanzó la hegemonía del mundo capitalista occidental, y el espectro de una tercera guerra mundial, que podía arrastrar al mundo entero a su aniquilación por las bombas nucleares, estaba presente en todo momento. Esa confrontación entre las superpotencias no sólo era militar. Era entre dos sistemas económicos y políticos, que permeó al interior de las sociedades latinoamericanas y europeas, polarizando a sus poblaciones. No había margen para la neutralidad ideológica: o se simpatizaba con Estados Unidos y el sistema capitalista, o se defendía a la Unión Soviética y el socialismo.

Una cualidad de la obra es revisar tesis básicas de la historiografía tradicional, como la que la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) fue incolora, insabora e insípida, limitándose a detener el radicalismo de su predecesor, Lázaro Cárdenas. Loaeza muestra con detalle cómo Ávila Camacho reorganizó el sistema político, con decisiones que culminaron con la exclusión de los militares de la vida política (como corporación, no a título personal), dando paso a una nueva era política civilista con la fundación del PRI. Entonces, ese presidente debe ser visto como el fundador del sistema político que prevaleció hasta el final del siglo XX, basado en una presidencia fuerte y un nuevo partido civilista, y no en un PRM transformado.  

Y para impulsar ese nuevo sistema, Ávila Camacho utilizó la alianza que su gobierno estableció con Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Utilizó el contexto internacional para inducir cambios internos. 

Las potencias aliadas habían combatido los regímenes militaristas en Alemania, Italia y Japón. Para formar parte de la alianza vencedora en la nueva era, Ávila Camacho percibió que México debía dejar atrás sus rasgos militaristas, e impulsar un sistema con características democráticas dominado por civiles. La trascendencia de esa transformación fue histórica. México fue el único país de América Latina que se libró de asonadas y golpes militares, muy frecuentes en la región hasta la década de los ochenta.  

Dos grandes éxitos facilitaron la concentración del poder en la presidencia en aquella época: su capacidad para mantener la estabilidad política y la seguridad interior, y un crecimiento económico sostenido. Estados Unidos se abstuvo de interferir en nuestra política interna, como sí lo hizo en otros países latinoamericanos, porque los presidentes mexicanos mantenían la seguridad de su frontera sur e impedían la infiltración y el avance de “los comunistas” en su política interna.

Se consolidó así un sistema político autoritario con una economía basada en el proteccionismo económico, que Estados Unidos no apoyaba, pero que aceptaba por su éxito evidente. Fue así como se abrió un largo periodo en que los dos vecinos mantuvieron una alianza de facto, que los gobiernos mexicanos se complacían en llamar una “relación especial” que duraría hasta fines de la década de los sesenta.

Son muchos los temas de esta obra extraordinaria, que no puedo tratar por razones de espacio. Es un libro indispensable para todos los interesados en el desarrollo político y en las relaciones entre México y Estados Unidos en el siglo pasado.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO ES PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN EL TEC DE MONTERREY

@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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