Los padres y formadores de niños, tenemos la responsabilidad de educar desde espacios más inclusivos, con pensamientos sensibles y tolerancia a las diferencias, pues es en la niñez donde se inician las historias con perspectiva de vida.
En mi caso, fui formada por unos padres en igualdad de condiciones. Ambos trabajaban, se apoyaban, colaboraban en los temas de casa y se involucraban con la educación de sus hijas. Siempre impulsaron nuestros sueños y metas dándonos la libertad de decir, pensar, actuar, pero sobre todo fomentaron el espíritu de grupo, ayudar y tener en cuenta a los demás.
Uno de mis sueños desde niña, era ser profesionista y compaginarlo con la formación de mi propia familia. Con vocación de servicio, estudié psicología, una carrera con enfoque humanista. Trabajé en distintas áreas de Recursos Humanos en diversas empresas. Después me incorporé a Organización Soriana, en donde encontré un mundo de posibilidades para desarrollarme de forma constante y diversa.
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Ese cambio trajo consigo mi mudanza a Monterrey y el nacimiento de María José, la tercera de mis hijos y única mujer. Con una mal formación cerebral y tan sólo 5 años de vida, ella revolucionó mi vida con amor y maravillosas enseñanzas que abrieron en mi un umbral que nunca había sentido. Tras su partida, María José me dejó con una gran necesidad de servir, ayudar, y hacer algo más por otras personas.
Yo estaba en el puesto que toda la vida había añorado, pero internamente para mi ya no era suficiente. María José hizo que floreciera la semilla de la vocación que mis padres me habían inculcado: la necesidad de servir a otros. Descubrí mi misión de vida. A cambio de este descubrimiento, la vida me abrió las puertas. Justamente en esos días, el responsable de Soriana Fundación se jubilaba. Era mi oportunidad de compaginar mi ya compromiso con la Organización y aplicar mi sentido de vida y realizar acciones trascendentales en la vida de muchas personas más.
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Mis jefes vieron en mi ese potencial y me brindaron la confianza para no sólo crecer profesionalmente, sino aprender todos los días de diversos temas, y construir en el servicio. Sin ego, con felicidad y plenitud, este trabajo, que no lo veo como trabajo, me da la oportunidad de ser plena en los dos ámbitos que desde niña soñé: tener una familia y ser profesionista.
Todos tenemos una serie de talentos y dones que no podemos desperdiciar. Unos están a un nivel de destrezas, habilidades y capacidades; otros se encuentran a un nivel espiritual. Pero en nuestra responsabilidad esta empatar nuestros actos con nuestra misión y propósitos, descubiertos o no. La misión encubre todo, le da sentido a lo cotidiano y trasciende nuestras vidas.
POR CLAUDIA AGUADO
SUBDIRECTORA DE SORIANA FUNDACIÓN
CLAUDIAAHE@SORIANA.COM
CAR
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