LA NUEVA ANORMALIDAD

¿En qué cabeza cabe?

La gráfica popular urbana conforma una estética de la Ciudad de México que se puede ver, por ejemplo, en los rótulos callejeros

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿En qué cabeza cabe? es un librito de 2004 en el que Guillermo Osorno reúne algunas de las mejores crónicas de la hoy añorada revista dF por Travesías. Toma su título de una, desternillante, dedicada al absurdo nacionalista y la solemne desmesura del monumento Cabeza de Juárez que se alza en Iztapalapa, y lo extrapola para hacer de él expresión de azoro, por turnos divertido y admirativo, ante las idiosincrasias de la identidad cultural chilanga. En sus páginas queda claro que en la capital hay expresiones que, aun si difícilmente podrían ser adscritas a la categoría de lo bello, tienen un valor cultural digno de reivindicación ya sólo por lo mucho que dicen de quiénes somos.

Ese proyecto surgió en un clima de revaloración de lo chilango –fue entonces que al fin hicimos nuestro el gentilicio– que se tradujo en una plétora de proyectos culturales con el mismo espíritu. Eran los años de ABCDF, autodenominado Diccionario Gráfico de la Ciudad de México en el que Cristina Faesler y Jerónimo Hagerman se empeñaron en definir las coordenadas de nuestra estética. Antes, sin embargo –en 1996–, estuvo Sensacional de diseño mexicano, proyecto del diseñador Juan Carlos Mena y la editora Déborah Holtz que hizo taxonomía y revaloración de la gráfica popular a partir de sus rótulos callejeros desplegados en torterías, talleres mecánicos y toda suerte de comercios. Definidos por David Byrne como “el alma perdida” del diseño, los objets trouvés terminaron por integrar un libro que ha conocido ya 40 mil ejemplares, una serie documental, una exposición que ha dado la vuelta al mundo.

A estas alturas, las credenciales culturales de la gráfica popular difícilmente necesitan legitimidad. Más allá está la forma gozosa en que los habitantes de la CDMX nos relacionamos con su universo estético cada que nos despachamos un licuado o una torta de milaneza (con obligada zeta). Por lo visto, las autoridades de la Alcaldía Cuauhtémoc no tienen noticia de unas ni de otra.

Según consigna antier en la revista La Tempestad el historiador del arte Aldo Solano Rojas, la demarcación ha obligado –so pretexto de una tal Jornada Integral de Mejoramiento del Entorno Urbano– a puestos de las colonias Juárez, Roma y Condesa a borrar los rótulos emblemáticos que los anuncian y adornan.

Lo del Mejoramiento del Entorno Urbano suena muy bien al vecino de la Condesa que soy. ¿Qué tal si se traduce en botes de basura, de los cuales no hay uno solo en las áreas públicas de mi barrio? ¿O en regular, y acaso reubicar, los puestos que se agolpan en torno al caótico Metro Chilpancingo? Ésas serían políticas públicas de mejoramiento urbano. En su lugar tenemos una acción para la foto, frívola y artera, hecha con total desconocimiento de la ciudad, de las colonias, de la cultura que se pretende administrar.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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