CASCABEL AL GATO

La fiesta democrática y los ceñudos del rincón

El 10 de abril no sólo está en juego la permanencia del Presidente de la República, sino que es el acto inaugural de otra concepción de la democracia

OPINIÓN

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Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La democracia no es sólo un método de elección de representantes sino una forma de sociedad. Y como tal, implica un acuerdo sobre la distribución del poder: una en la cual cada una de las partes de la nación tiene derecho a participar de las decisiones comunes. Es por ello que la desigualdad es un agravio tan severo y su erradicación una tarea central en la construcción de una genuina democracia. No es un problema económico sino político.

Uno de los trucos más efectivos de los intelectuales neoliberales fue reducir la democracia a lo electoral. La “democracia sin adjetivos” por la que abogaba Krauze en 1984 quitaba responsabilidad a la lucha por el voto del resto de valores y expectativas asociadas a esta forma de sociedad. “No existe un solo documento sobre la civilización que no sea al mismo tiempo un documento sobre la barbarie”, decía Walter Benjamin. Y la democracia vaciada de sus pretensiones igualitarias se hizo realidad y nosotros heredamos un país en ruinas, desunido y con una grave crisis de violencia.

La crisis final del proyecto político que guio la llamada “transición a la democracia” es también la crisis de una forma de entender la democracia. Una en la cual la democracia se equiparaba con el gobierno de los mejores y no con el gobierno de todos. Un secreto a voces, pero nunca declarado por sus protagonistas: el pueblo no estaba preparado para la democracia y los sectores ilustrados de la población debían asumir la conducción de los destinos colectivos.

La política, así entendida, descansaba en una vieja idea: la del tutelaje y la espera. Votar es un derecho de todos, dirigir de algunos. Toda esa bruma ideológica va quedando atrás. La evidencia es que hoy esa narrativa suena obsoleta y contraria al proyecto construcción democrática. Con la pintura descascarándose ese discurso ya no puede ocultar más sus fisuras y carencias.

El 10 de abril no sólo está en juego la permanencia del presidente de la república, sino que es el acto inaugural de otra concepción de la democracia. Una en la cual ese pueblo mandado a esperar ahora es el protagonista. Ese día, la “chusma” tendrá la oportunidad de decidir sobre el rumbo del país, ratificando o revocando el programa de acción que el presidente le ha propuesto a la sociedad.

Es sintomático que, en la víspera del debut, la discusión siga centrándose más en la validez del instrumento y menos en esgrimir razones a favor o en contra de la revocación. En última instancia, participaran los que creen que la revocación es una ampliación de la democracia y se abstendrán aquellos que, aferrados a viejas ideas, se niegan a compartir del escenario con los que hasta entonces debían esperar sus instrucciones.

POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIAN.VELARAM@GMAIL.COM

CAR

 

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