Columna Invitada

La corbata no hace al líder

Creo que emular a los líderes masculinos tal vez fue efectivo en el pasado, pero ahora ese esquema nos queda a deber

La corbata no hace al líder
Claudia L. Luna / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Hace algunos meses, varias abogadas y yo platicábamos en el marco de un foro de abogadas latinoamericanas sobre los logros de las mujeres en la práctica profesional y, sobre los retos más significativos en la región.

Una de mis colegas comentó que las mujeres teníamos que aprender a ser líderes. Que nuestra condición de mujeres nos pone en desventaja en temas de liderazgo frente a los hombres.

Para sorpresa de algunas, le manifesté mi desacuerdo. No comulgo con las posturas que plantean que mi condición de mujer es una desventaja que merma mis capacidades profesionales, pero su comentario y la reacción de las otras colegas me ha hecho pensar mucho en lo que entendemos por liderazgo y, en especial, si debemos hablar de liderazgo femenino, o simplemente de liderazgo.

El error, me parece, es equiparar aptitudes de liderazgo con características percibidas como masculinas (asertividad, decisión y claridad), en exclusión de otras aptitudes que se perciben como femeninas (empatía, flexibilidad, paciencia, colaboración y vulnerabilidad).

Este error pareciera tener su origen en dos fuentes: el sesgo cultural de pensar en un líder como un señor de traje oscuro, con canas, distante, enojado y dictatorial, y en entender al liderazgo mismo como un conjunto cerrado de formas de ser.

El mundo de los negocios ha evolucionado de prestar atención casi exclusivamente al resultado financiero, a considerar esencial también el bienestar de los colaboradores, comunidades, el planeta, etcétera. El desarrollo sostenible es un pilar indispensable para el crecimiento. 

Es por eso que, en este mundo crecientemente interconectado, tenemos que rediseñar nuestro concepto de liderazgo. El líder moderno ideal personifica un estilo más equilibrado, más humano y, quizás, más femenino.

Esto no significa abandonar el enfoque en las métricas y los resultados de una empresa, sino perfumar los fines empresariales con intereses más holísticos.

Personalmente, he aprendido que soy mejor líder cuando soy absolutamente yo. No una versión encorbatada, sino yo completa. Creo que emular a los líderes masculinos tal vez fue efectivo en el pasado, pero ahora ese esquema nos queda a deber.

POR CLAUDIA L. LUNA
DIRECTORA JURÍDICA
LH@HERDEZ.COM

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