COLUMNA INVITADA

José Guadalupe Posada, 170 Aniversario

José Guadalupe Posada fue para Diego Rivera un intérprete del dolor, la alegría y la aspiración angustiosa de México

OPINIÓN

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Miguel Ángel Pineda / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

José Guadalupe Posada fue para Diego Rivera un intérprete del dolor, la alegría y la aspiración angustiosa de México. Fue el ilustrador de los cuentos y las historias, las canciones y las plegarias de la gente pobre. El combatiente tenaz, burlón y feroz. Posada nació en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852, ciudad donde, dado su talento precoz, ingresó a los 12 años de edad a la Academia Municipal de Dibujo.

El futuro grabador se incorporó al taller de litografía de Trinidad Mendoza en León, Guanajuato. Ahí, de la publicidad comercial pasó a ilustrar los sucesos de la ciudad en periódicos como La Gacetilla, El pueblo caótico y La Educación.

Se forjaba así el camino que llevaría a Posada a influir en el muralismo, al Taller de la Gráfica Popular y a una generación de pintores encabezados por Diego Rivera, quien se asumió como su discípulo en el célebre mural "Sueño de una Tarde Dominical en La Alameda Central".

1888 marca una nueva ruta para la ilustración, la gráfica y la caricatura política en la Ciudad de México. Es el año en que Posada llega a la gran urbe. Se instala en el taller de Antonio Venegas Arroyo, situado en las riberas de la Academia de San Carlos.

La evolución de José Guadalupe Posada está determinada por los trabajos de índole cultural con el impresor Venegas Arrollo, mientras que su ácida crítica a la desigualdad del Porfiriato y las aspiraciones de afrancesamiento de la burguesía naciente, la llevaba a cabo en publicaciones como Gil Blas cómico, El Popular o El Ahuizote, entre decenas de textos en que laboró.

Su producción, durante los próximos 25 años, alcanzaría alrededor de 15 mil piezas, entre grabados, ilustraciones y caricaturas.

Fusilados, almas en pena, borrachos perdidos, parricidios, matricidas, bailes populares, fragorosas peleas de barrio, escenas revolucionarias, rancheros, catrines, Zapata, Madero y su asesino Victoriano Huerta, fueron algunos de sus temas, a veces manejados como humor otras con una distancia descarnada.

Pasó de ilustrar las calaveritas de Día de muertos, a hacer de las calaveras, las calacas, la huesuda, la muerte acechante, la Catrina garbancera, protagonistas vívidas de las tradiciones mexicanas, que ahora son símbolo viviente de la identidad nacional. José Guadalupe Posada se desbarrancó en el dolor de perder a su joven hijo en 1908, habiéndose reído del mundo, fustigado a los tiranos, se dejó morir un aciago enero de 1913.

A Diego Rivera y unos cuantos estudiosos, como Frances Toor se debe su rescate y revaloración. Toor cuenta que Rivera, con 11 años de edad, visita a Posada en el taller para verlos trabajar y de paso apreciar un cartel del “Juicio final”, de Miguel Ángel.  La maestría de sus técnicas ya como grabador, dibujante y retratista de lo mexicano, le han deparado un lugar privilegiado en la historia del arte latinoamericano.

Miguel Ángel Pineda
*Ensayista

MAAZ