En una reciente y espléndida crónica, Blanche Petrich recoge las incidencias de la condena en Nicaragua de Dora María Téllez, la Comandante Dora de la gesta sandinista, cuando tuvo cuatro minutos para defenderse en la parodia de juicio que hizo en su contra el régimen de Daniel Ortega.
Y fue una parodia porque difícilmente se podría calificar de otra manera. El resultado estaba predeterminado, ordenado, en un país donde el año pasado y en vísperas de elecciones la Policía arrestó a unos 60 dirigentes opositores, incluso varios precandidatos presidenciales, bajo cargos tan vagos como conspiración para cometer menoscabo de la dignidad nacional.
Bajo ese tipo de acusaciones fueron detenidos personajes como Hugo Torres, el Comandante Hugo, que hace una semana falleció en la cárcel, a los 73 años de edad, "de una enfermedad que tenía”, según la versión oficial, o la propia Comandante Dora. Y tanto uno como la otra rompieron políticamente con Ortega.
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El Comandante Hugo fue quien encabezó la operación que, en 1974, llevó a la liberación de un grupo de presos políticos de la dictadura dinástica de Anastasio Somoza, entre ellos el presidente Daniel Ortega.
El efecto inmediato ha sido en lo que sus apologistas quieren presentar como prueba de la buena voluntad y el "humanitarismo" del régimen en Nicaragua: tres de los 60 dirigentes de oposición política encarcelados el año pasado fueron enviados a sus casas, pero bajo vigilancia policial.
Lo que no resuelve esta expresión de "humanidad" es la razón del arresto: igual que aquellos están acusados de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional, o sea algo así como delitos de lesa majestad. Después de todo, osan oponerse al régimen de Ortega y su familia.
Bajo ese estatuto, cualquier señalamiento externo es injerencista y violatorio de la dignidad nacional, encarnada, por supuesto, en la persona de Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo.
Hasta mediados del siglo XVIII, algunos países mantenían en sus libros un delito, el de "lesa majestad" que, de acuerdo con la enciclopedia jurídica, puede definirse como "delitos contra el rey, la reina y el príncipe heredero de la corona''. Se dice lesa majestad por haber sido lesionada, moral o materialmente, la majestad simbolizada en el monarca o las personas de su íntima familia".
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En la inmensa mayoría de las naciones, es un delito abandonado, porque la concepción del Estado moderno ya no pone ese énfasis en la persona que asume la jefatura del Estado, sino en el puesto mismo y la definición de la ofensa y su gravedad estaban sujetas a la opinión del acusador.
El presunto delito ha sido reemplazado por otros más específicos.
Pero, en algunos países todavía hay quienes quieren equiparar la crítica al gobierno y sus dirigentes con traición a la patria en la crítica a sus dirigentes ¿O serán monarcas?
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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