El viernes, dos activistas contra el cambio climático entraron a la National Gallery londinense, caminaron a los Girasoles de Van Gogh y les arrojaron sendas latas de sopa de tomate. Después se untaron pegamento en una mano que adosaron a la pared y clamaron: “¿Qué vale más: el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Más que la justicia? ¿Les preocupa más la protección de una pintura o la protección de nuestro planeta y nuestra gente? La crisis económica [británica] es parte del costo de la crisis petrolera.
El combustible no está al alcance de cientos de millones de familias que padecen frío y hambre. No les alcanza siquiera para calentar una lata de sopa…”.
Lo consigno no a título informativo –la cosa adquirió viralidad global– sino histórico, anticipando que si este texto es consultado en un futuro lejanísimo –digamos una semana– nadie recordará los pormenores del hecho, incluida su presunta motivación.
Las reacciones a la protesta fueron disímbolas: quienes a favor celebraron lo vociferante de los jovenazos, lo provocador de su gesto; quienes en contra condenaron lo extraviado del objeto de su furia, el ataque a una actividad noble. Mi idea de mundo se acerca más al discurso de los segundos pero no mi lectura del hecho: antes que irrespetuosos o bárbaros, los protagonistas del hecho son vacuos.
Vale la pena analizar su discurso. De entrada no hay disyuntiva entre vida y arte –y si la hubiera acaso valiera inclinarse del lado del segundo, a menos de ser protozoario– pero esa discusión ya ha sido dada. Sigue la pregunta “¿Vale más que la comida?”, que es la única con alguna relación con la materia del activismo de los chicos: el cambio climático tiene efectos adversos sobre la agricultura.
Lo de la justicia ya queda más lejos, del lado de los derechos humanos (que merecen encomio pero aquí no vienen mucho a cuento). Con la mención de la crisis económica británica, el asunto ya desbarra: habrá que culpar de ésta al Brexit y a la invasión a Ucrania. (cuyas consecuencias petroleras son mucho menos lesivas para el Reino Unido que las agrícolas).
La pièce de résistance será el remate: alguien en extrema pobreza anhelará, antes que el combustible para calentar una sopa, la sopa misma (por no hablar de que, con la situación energética del mundo hoy, lo más probable es que ese combustible fuera fósil, lo que poco abona a la causa de los protestantes.)
Arrojar tomatazos a un Van Gogh puede ser relevante … si el perpetrador sabe qué quiere decir. Ante lo confuso del discurso de estos chicos sólo queda pensar que acaso el nombre de su organización, Just Stop Oil, se refiera no al petróleo sino al óleo (que en inglés se dice igual, y que es la técnica con que están pintados los Girasoles). Por lo pronto esas hermosas acuarelas de Turner están a salvo. Siquiera.
POR NICOLÁS ALVARADO
IG: @NICOLASALVARADOLECTOR
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