Cuando pensamos en la palabra “crisis”, podemos llevar dicho concepto a diferentes planos, dependiendo de nuestro contexto, como el de la salud, la economía, la política, entre otros. Según nuestra situación es recurrente asociarlo a la parte más íntima y personal de cada uno de nosotros.
El COVID-19 y el impacto en las cadenas de suministro, la subida de la inflación y las tasas, el conflicto bélico en Europa y las afectaciones causadas por éstos traen esa realidad a un plano cercano y muchas veces inminente.
Información como el aumento de la pobreza emitida por el Consejo Nacional de Evaluación Política de Desarrollo Social en 2021 o estudios emitidos por la OMS en cuanto a cómo se ha perjudicado nuestra salud mental, son pruebas de lo anterior.
Todo tiene algo en común, y es la incidencia de ciertos eventos que no controlamos sobre nosotros, nuestra familia y entorno.
Un ejemplo perfecto es lo que nos sucedió con la pandemia. El Covid-19 vino a recordarnos que somos mortales y vulnerables, que nuestro control es más limitado de lo que creíamos y que estamos totalmente relacionados con el mundo que nos rodea, con nuestro ecosistema y sobre todo susceptibles a ser impactados de maneras que solo eran predecibles por películas de Hollywood.
Como prácticamente todo en nuestras vidas, existe un lado positivo a esta historia: la capacidad del ser humano de ser resiliente, de reinventarse y de salir adelante, y no sólo eso, sino posterior a la situación, salir más fuertes y preparados para el siguiente reto.
Es por ello que debemos hacernos esta pregunta de manera continua: ¿Qué tan preparados estamos para enfrentar los retos actuales o futuros? Misma que podemos sumar a: ¿Hemos aprendido lo suficiente? ¿Recordaremos las lecciones aprendidas?¿Fortaleceremos nuestras finanzas? ¿Continuaremos siendo resilientes?
Por lo anterior, es importante anticiparnos y prepararnos. Nunca es tarde para comenzar a trabajar en mejorar nuestra salud física y mental, pero tampoco es tarde para comenzar a tener una mejor salud financiera.
Sobre este último tema, es relevante desmitificar o eliminar tabús como “ya voy tarde para ahorrar”, “invertir es sólo para los que tienen mucho dinero” o “es complicado invertir”. Todo lo anterior es falso y sólo necesitas decidirte.
Un requerimiento fundamental para mejorar tu salud financiera, además de prepararte para una crisis actual o futura, es la voluntad, que al ser continua, se convertirá en un hábito. Algunos consejos para empezar:
- Ponte una meta clara. Una buena manera de comenzar es fijando de tres a seis meses de ingresos para crear tu fondo de emergencia.
- Entiende tus finanzas. Divide tus gastos entre necesarios y NO necesarios. Utiliza tu conocimiento sobre tus gastos NO necesarios, para que de dicho componente puedas comenzar a dirigir ingresos a tu fondo.
- Reserva parte de tu salario y, en caso de que tu banco lo ofrezca, direcciona automáticamente parte de tus ingresos a una cuenta de ahorro o inversión que genere rendimientos.
- Crea fuentes de ingreso adicionales, y en caso de ser pasivas, mejor; como ejemplo, la renta de un inmueble.
- Actualiza el monto de tu reserva conforme se actualizan tus ingresos. Qué mejor que incrementar el tamaño de tu fondo.
- Acércate a un especialista para que pueda acompañarte en este viaje de inversión y te asegure que los productos que apoyen tus planes sean los adecuados.
Considerando que la única constante es el cambio, en la medida que nos anticipemos y prepararemos para éste, podremos salir adelante de cualquier eventualidad con ventaja.
ÁLVARO VÉRTIZ
CHIEF OPERATING OFFICER Y DIRECTOR DE ESTRATEGIA Y DISTRIBUCIÓN DIGITAL DE BLACKROCK MÉXICO @ALVAROVERTIZ
MBL