ANECDATARIO

"Alfombras áridas"

Qué raro para el espectador ver una ceremonia a través de enlaces desde Nueva York hasta los Ángeles; sin el derroche y la exuberancia de una alfombra roja recorrida por decenas de estrellas

OPINIÓN

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Atala Sarmiento/ Anecdatario/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Estos días nada se parece a lo que antes nos resultaba “normal”.

Qué habitual era encender la televisión para ver un partido de futbol con las butacas llenas de afición apoyando a su equipo.

Ahora las butacas lucen vacías, casi fantasmagóricas.

Todo es hueco, tanto que puedes escuchar la patada al balón como si fueras tú el que lo hace,  las voces de los jugadores haciendo eco entre insultos y pidiendo el balón. Sus lamentos rodando por el césped cuando les hacen una falta, te hacen sentir su dolor.

Un ordenador intenta disimular lo desolador que puede ser un partido sin aficionados dibujando público que, por un momento, te engatusa y crees que es real. Ese audio hueco es complementado con los sonidos alegres de un partido grabado en días “normales”, donde había mucha vida y se notaba el júbilo.

¡Qué desierto espectáculo!

Igual de frío y solitario que una entrega de premios sin el brillo y glamour que lo envuelve cada año para destacar lo mejor del cine y la televisión como los Globos de Oro.

La primera ceremonia que llevó a cabo el gremio de la prensa extranjera fue en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, en un estudio de Fox, en Los Angeles, y premiando solo 6 categorías. No solo fue breve, sino muy austera. Corrían tiempos difíciles pero llenos de esperanza. Hoy no estamos en medio de una guerra violenta, pero sí una dolorosa, lenta y cruel batalla por la vida que nos arrebata la libertad y nos hace renunciar a los encuentros, a los abrazos.

Qué raro para el espectador ver una ceremonia a través de enlaces desde Nueva York hasta los Ángeles; sin el derroche y la exuberancia de una alfombra roja recorrida por decenas de estrellas que no se detienen a posar ante los incesantes flashazos de los fotógrafos, sin sala de prensa, sin after parties. Qué curioso verlos desde sus casas, y con los suyos, festejar el reconocimiento, una estatuilla que no les fue entregada físicamente.

Así fue como vimos a Jodie Foster en pijama besar a su esposa en la sala de su casa, a Bill Murray con una camisa de estridente estampado como si estuviera en Hawaii, o a Nicole Kidman y su marido acompañadas por sus hijas. Quizá para ellos, los actores, esta edición fue ideal por todos estos motivos. Podían ser más humanos y menos esa figura de Hollywood que se desliza inalcanzable desde su llegada hasta el escenario de la premiación.

En 2008 la huelga de guionistas obligó a la cancelación de Los Globos de Oro. Hoy, la pandemia no llegó a frustrarlos, pero sí les restó el brillo que los caracteriza.

Lo contarán estos mismos protagonistas, quizá, en el futuro, en la pantalla grande. Veremos esta parte de la historia, con o sin mascarilla, pero seguros de que nada volvió a ser “normal” como antes.

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI

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