COLUMNA INVITADA

El Putsch de Trump

Si la turba hubiese sido afroamericana, estoy seguro, hubiese habido una masacre

OPINIÓN

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Pedro Angel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Lo ocurrido el miércoles 6 de enero en el Capitolio de los Estados Unidos es un capítulo ominoso de la Historia Universal de la Infamia, que bien podría haber cabido en las páginas de Borges. Durante varios años he ido escribiendo en estas páginas de El Heraldo una crónica segmentada del populismo totalitario que la falsa estrella inmobiliaria y personaje televisivo ha traído a este país. He documentado las mentiras, la crueldad infinita a los migrantes, el incitamiento permanente al odio, la violencia, la división. He también comentado como fue telegrafiándonos lo que iba a hacer desde la campaña. Anunció un fraude antes incluso de que se fuera a las urnas, avisó que no aceptaría los resultados, que instigaría a sus seguidores a la violencia. En los últimos días fue claro: “Vamos a ser salvajes”, le dijo a su base. Prometió una carnicería en su discurso inaugural y se despide cumpliéndolo dolorosamente.

Al encontrarse con un muro en los juzgados -más de sesenta veces sus juicios basados en la conspiroparanoia de un grupo como Qanon, de quienes también hablamos diseccionándolos aquí en su momento- volvió a anunciar lo que ocurriría: tomaría los votos por sí mismo, intentando revertir la elección gracias a su vicepresidente, a quien buleó, vapuleó y presionó. El exgobernador de Indiana, por vez primera, cumplió su función constitucional y se separó a tiempo en la mañana misma del 6 con una carta en la que claramente afirmaba que la constitución no le permitía unilateralmente rechazar los votos de ningún estado. El líder del senado, Mitch McConell hizo lo propio, después de haber aprovechado a Trump cuatro años para avanzar su agenda conservadora, y dijo claramente que no era función del congreso y que los electores y los jueces ya habían hablado. Cuando el ominoso y oleaginoso Ted Cruz anunció que seguiría en su empeño de objetar los votos de Arizona, la infame turba atacó el Capitolio obligando a los legisladores a suspender la votación y refugiarse en los sótanos por más de cuatro horas.

No nos llamemos a engaño. Trump les dijo: “Iremos a hora al Capitolio. No se recupera el poder con debilidad, solo con fuerza”. El presidente de Estados Unidos intentó un autogolpe -esa es la única palabra- y mandó a sus huestes de bárbaros, forajidos y sobre todo iracundos seguidores a recuperar una elección que gracias a sus mentiras durante nueve semanas sus seguidores sienten que les robaron. Hubo cuatro muertos. Muchas preguntas tendrán que responderse en los próximos días, incluido el hecho de la remoción de Trump antes del término de su periodo o la necesidad de juzgarlo por lo ocurrido como instigador a la sedición. Una de las preguntas que más me han perturbado tiene que ver con la doble moral policiaca de Estados Unidos. Si la turba hubiese sido afroamericana, estoy seguro, hubiese habido una masacre. Algunos policías incluso se tomaban selfies con los terroristas domésticos, esa es la palabra correcta. Los dejaron llegar muy lejos. ¿Dónde estaba la guardia nacional armada hasta los dientes que resguardó el monumento a Lincoln en el verano? De hecho, si creemos en algunas fuentes confiables, Trump se negó durante horas a autorizar el uso de la guardia nacional para recuperar el edificio. Otra ofensa criminal, poniendo en riesgo a los policías, a los legisladores y al propio vicepresidente (otra fuente afirma que no hubo comunicación entre los dos hombres durante todo el día).

En 2017 Rabih Alameddine en el New Yorker escribió que se seguía justificando la llegada al poder de Trump como una anomalía repitiendo “Somos mejores que esto”. Nada es así. “Somos esto”, nosotros permitimos su llegada. Trump es un síntoma de un mal mayor. Hay muchas personas que están manchadas de sangre y salpicadas de culpa. Se le permitió llegar muy lejos. Solo MittRomney votó a favor de su juicio político. Durante cuatro años se le justificó mientras se conseguía con su presencia un determinado dividendo ideológico o político. Hitler intentó el Putsch de la cervecería. En la cárcel escribió Mi lucha y luego sus seguidores incendiaron el Reichstag y acusaron a los “comunistas”, iniciando uno de los periodos más oscuros de la humanidad. Las instituciones de la hoy frágil democracia norteamericana deben reformarse para asegurar su supervivencia. Quienes hoy son representantes populares deben someter al presidente saliente a la justicia y asegurarse que no pueda volver a ejercer cargo público alguno. Todo populismo totalitario debe denunciarse, antes de que sea demasiado tarde.

 

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU