Transcurre la última semana del año y con ella llega un momento de reflexión. Sin duda alguna el 2020 ha sido aleccionador en muchos espacios para la humanidad, pero de manera específica para la comunidad internacional -instancias multilaterales-, los gobiernos, la sociedad civil y, por qué no, para cada uno de nosotros en lo personal. El covid-19 ha trastocado casi todas las reglas de convivencia social del mundo.
En esta lógica, una de las tareas fundamentales para el año venidero, será definir cuáles de las reglas pre covid-19 -para el individuo- deberán mantenerse vigentes y cuáles deberán sufrir un cambio para la construcción de un nuevo orden social. A este respecto, hay muchos ejemplos que deberían ser el eje rector en la posible discusión: acceso a la salud, educación, trabajo y convivencia social, entre otros.
En materia de salud, sabemos que hoy en día somos vulnerables como especie. Científicos de todo el mundo ya hacían estimaciones desde hace algunos años sobre la posibilidad de enfrentar a nivel mundial una pandemia como ha sido el covid-19.
La realidad nos alcanzó y la discusión de hoy se da en torno al acceso a la salud, así como los alcances que -bajo la rectoría de los gobiernos- debe tener la industria privada (un buen ejemplo son las vacunas). En resumen, hoy discutimos: universalidad, equidad y transparencia.
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En cuanto al acceso educativo sabemos que la “educación a distancia” es una alternativa para atender ciertas contingencias, pero que nos falta mucho -en metodología y logística- para considerarla como un modelo ideal para la atención y seguimiento a distintos sectores de la población.
Hoy se hace más presente la necesidad de atender la brecha de desigualdad educativa existente y la provocada por el confinamiento (falta de acceso a medios electrónicos).
Por lo que respecta al trabajo -teniendo como referente la crisis económica- nos hemos enfrentado a una doble realidad: por un lado, que la mayoría de la población, principalmente vinculada al sector de servicios, han tenido que cerrar temporal o de manera permanente sus negocios; y por el otro, que algunos espacios laborales han encontrado en la innovación una forma de adecuar su oferta de trabajo a las necesidades de la pandemia.
En palabras sencillas: hay quienes tienen que salir a la calle para garantizar la subsistencia de su familia y hay quienes pudieron transformar su metodología de trabajo.
Final y probablemente el espacio que más añoramos como individuos es la convivencia social. Hoy sabemos que tenemos una vasta oferta de redes sociales para comunicarnos, pero también sabemos que nos hace falta convivir en familia, ir a un estadio de futbol, acudir a un cine, ir a un restaurante o incluso poder visitar los pueblos o ciudades que nos gustan. Sin duda alguna es un cierre de año difícil, pero estoy seguro que con fortaleza, en sociedad y con valores podremos construir una nueva normalidad más humana desde el 2021.
POR EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL