DONALD TRUMP

Inicio del fin del populismo

Donald Trump y López Obrador también coinciden en impulsar un método de gobierno basado en la manipulación, cuando no la simple invención, de datos sobre la realidad, en todos los campos de la vida de sus respectivas sociedades

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La negativa de Andrés Manuel López Obrador a reconocer la victoria electoral de Joe Biden es porque la derrota de Trump trastoca la estabilidad central a su proyecto político y la continuidad de su propio gobierno. Más allá de que pudiera haber “algo” que le sabe Trump a AMLO que éste no quiere que se sepa, lo relevante es que ese resultado electoral en Estados Unidos representa el inicio del fin de la era del populismo como método de gobierno, a escala mundial.

Trump es el capitán de la nave populista del mundo, AMLO es marinero y socio en esa embarcación. La derrota del estadounidense es un misíl en la línea de flotación de su proyecto compartido. Ese es el verdadero secreto de su relación, que comparten también con Bolsonaro, Orbán, Kaczynski, Erdogan, Maduro, entre otros. Por eso AMLO no pudo ni siquiera tomarle una llamada telefónica a Biden, ofreciendo a cambio una abigarrada y absurda explicación jurídica para justificar su descortesía: tendría que abandonar su barco en alta mar.

El acuerdo político entre ellos es esencial. Cada uno de ellos lidera sus gobiernos bajo el mismo guión conceptual de convertir a la administración pública en un instrumento sumiso a los designios políticos y los intereses ideológicos de cada uno. Esto significa que cada uno debe operar, dentro de sus propias tradiciones y costumbres, para desarticular y desmontar las instituciones que sirven de los contrapesos entre cuerpos centrales de un Estado nacional. Cada Presidente, Trump y López Obrador, se mueven y mueven rápidamente para copar y neutralizar a los poderes Judicial y Legislativo para arrebatarles relevancia y eficacia como cuerpos de contrapeso al poder Ejecutivo.

Dentro del propio poder Ejecutivo neutralizaron o eliminaron instancias que sirvieron tradicionalmente como instrumentos de balanceo y revisión de la rendición de cuentas de las acciones, decisiones y su transparencia. En el caso de Estado Unidos, Trump simplemente dejó acéfalos los organismos dedicados a revisar las acciones judiciales, presupuestales y éticas de la oficina del Presidente. Nunca nombró responsables y arrebató a los segundos sus facultades.

En México, López Obrador destituyó a los responsables de revisar las cuentas del gobierno, de sus compras, de la transparencia y en la toma de decisiones de los sectores de competencia económica, especialmente en el sector energético y colocó en su lugar a personas incompetentes e ignorantes, pero ciegamente fieles. Esto lo logró también poniéndoles a los organismos autónomos la soga al cuello con su cuento moralista de la austeridad republicana. Simplemente les quitó su autonomía presupuestal.

En el caso mexicano, la cantaleta de la austeridad republicana se emplea como un pretexto moral y ético para cancelar todo lo que le molesta al Presidente en materia de vigilancia y/o supervisión de sus actividades. Es un Presidente que no quiere rendir cuentas, nunca de ser posible.

Trump y López Obrador también coinciden en impulsar un método de gobierno basado en la manipulación, cuando no la simple invención, de datos sobre la realidad, en todos los campos de la vida de sus respectivas sociedades. Han creado mitos de invencibilidad ante la pandemia de COVID-19, convirtiendo su negativa a usar el cubrebocas como un statement político sobre sí mismos como seres excepcionales, súper hombres ante la crisis de la pandemia, incapaces de enfermarse. También en el campo económico y de seguridad ambos han creado mitos sobre como a las respectivas sociedades nunca les había ido mejor. Nunca en sus historias.

Por otro lado, todos los problemas de hoy fueron creados por los corruptos del pasado. Ninguno de los retos que enfrentan sus gobiernos son creaciones propias. El manejo de la pandemia ha sido, en ambos casos, de una genialidad nunca vista en el mundo. Todos los países voltean su mirada, alegan ambos, hacia sus países como ejemplos a seguir en relación a la pandemia. Todos los pueblos del mundo añoran ser ciudadanos de México o Estados Unidos. La fantasía de ambos líderes es un grotesco show compartido.

Están de acuerdo en permitirle al otro destruir sus sistemas de justicia, pisotear las leyes y el Estado de derecho, sin recriminar el uno al otro. Se han otorgado vía libre para que cada uno pueda apoderarse del poder, aferrarse a él, por vías violentas si es necesario, para continuar con sus “increíblemente buenos” gobiernos.

Es por esta vía libre que se han otorgado mutuamente que han hecho todo lo posible por manejar, subordinar y corromper a las fuerzas armadas y agencias de seguridad de sus respectivos países. Parte del acuerdo mutuo es permitirse crear las condiciones para retener el poder, por la fuerza si es necesario. En el caso de Estados Unidos, Trump ha colocado a incondicionales en el departamento de la Defensa, suponiendo que las fuerzas armadas seguirán ciegamente sus instrucciones. En México, el Presidente fue directamente a las fuerzas armadas con ofertas de cohecho para crear un ambiente de complicidad mutua en la corrupción y subordinación de los militares al futuro político del Presidente.

La complicidad entre Trump y López Obrador no tiene nada que ver con la ideología. Ambas carecen de ideología y se mueven por intereses, muchas veces personales. El acuerdo entre ellos les permite tratar de crear las condiciones para retener el poder indefinidamente. La derrota de Trump en las elecciones es un misíl en la línea de flotación del barco populista mundial. El símbolo máximo del populismo-Trump han sido destronado. Para López Obrador es señal inequívoca de que sus días como gobernante están contados.

¿Verdad, Biden?

Por Ricardo Pascoe Pierce
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep