REPORTAJE ESPECIAL

En las entrañas del culto a la Santa Muerte en la CDMX: "Nadie se va de la vida sin pagar"

El Heraldo Digital se sumergió en las zonas donde se han levantado altares a la "Niña Blanca" y charló con "Quetita", famosa devota del Barrio Bravo de Tepito

NACIONAL

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Cada mes doña Queta cambia el atuendo de la muerte de su altar.Créditos: Mabel González.

“La muerte es lo único seguro que tenemos”, dice Esmeralda Romero, devota de la Santa Muerte, quien desde hace 8 años tomó esa creencia. Como ella, millones de mexicanos comparten esa fe, que aunque está rodeada de estigmas, las personas defienden y opinan que no es diferente a cualquier otra creencia. Aunque hay varios altares, incluso iglesias a lo largo del país, uno de los más famosos se ubica en el corazón del Barrio Bravo de Tepito, en la colonia Morelos, de la Ciudad de México, el cual es atendido por Enriqueta Romero Paredes, desde hace 21 años. 

Mejor conocida como "Quetita", la mujer de 78 años, cuenta que comenzó a creer en “su niña hermosa” por una tía, cuando tenía alrededor de 25 años. Asegura que comenzó a ver milagros y no dudó en tomar esa fe, aunque aclaró que antes que nada es católica y cree en Dios. 

Aunque se indica que existe un Santuario Nacional de la Santa Muerte en la Calle de Nicolás Bravo número 75, en la colonia Zona Centro, al llegar al lugar no se encontró nada, pero al preguntar a los vecinos del lugar indicaron cómo llegar al de Quetita, quien amablemente nos recibió y respondió algunas preguntas. El altar se encuentra a un costado de un negocio en el que se venden productos relacionados al culto, como veladoras, imágenes y figuras. 

Doña Queta junto al altar que administra desde hace 21 años. Foto: DMGS.

Todo se resume a la fe

Doña Queta considera que la fe es lo que sostiene a las personas y en la muerte no es la excepción. Entre sus memorias están el de una payasita que llegó con sus pequeños hijos a su altar hace varios años y llorando pidió ser librada del SIDA; tiempo después volvió a contar que se realizó nuevos análisis y no había rastro del virus. 

En los años que ha estado frente al altar ha acumulado experiencias similares, por lo que para agradecerle ha visitado varios santuarios que hay en el país, además suele ir a los panteones, lugares donde considera que habita “su madre”. Le deja flores y considera que a ninguna de las dos se “debe nada”. 

“Hay que chingarse a ir a los panteones y decirle: madre mía estás con los olvidados”, expresó Queta. 

Para Esmeralda también es la fe lo que la mantiene creyendo en la también conocida como “Niña blanca”, cuenta que ha recurrido a ella en algunos momentos difíciles de su vida, como cuando su hija estuvo internada en el hospital. También ha recurrido a ella cuando ha enfrentado problemas en su matrimonio. Ana Solís es otra creyente de la muerte, tomó la creencia en un momento de desesperación, pues su padre entró al Reclusorio Oriente y le pidió que lo cuidara. Desde entonces no se ha apartado del culto. A diferencia de Enriqueta, ninguna de las jóvenes creyentes comulga con la religión católica o alguna donde Dios sea la figura central. 

Flores dejadas en el altar previo a la máxima fiesta. Foto: DMGS. 

Favores pedidos 

Las tres mujeres coincidieron en algo: a cada favor pedido hay que corresponder, pues se hace una especie de “intercambio”. Generalmente consiste en tener en el altar flores, alguna bebida o lo que se haya prometido. 

Esmeralda contó que en su casa tiene un altar de la Santa Muerte, de acuerdo a su testimonio cada imagen es “curada” según cada propietario, ella y su esposo lo hacen con humo de puro, bálsamo y rezos. Por su parte, Ana narró que entre sus conocidos el favor más pedido es la protección y a cambio de ella hacen pactos (aunque no quiso especificar en qué consisten). 

Doña Queta compartió que al altar que administra llegan muchas personas con flores para pagar “las deudas” con la muerte o simplemente para agradecer

Una familia llenó de flores la entrada al altar de la colonia Morelos. Foto: Instagram, santa.muerte.oficial12.

Culto sin reglas

Tanto Esmeralda como Ana indicaron que se adhirieron al culto a la muerte debido que no hay reglas como en otras religiones, no se discrimina a nadie y todos son bienvenidos. Una de las jóvenes padece Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) por el cual ha experimentado mucha discriminación, cuenta que desde que comenzó a creer en la muerte ha sentido comprensión y ha entregado sus crisis a ella. 

Respecto a la creencia popular de que las personas que actúan fuera de la ley son quienes creen en ella, Queta responde que “hay de todo”, que ella nunca cuestiona, pero que al final la vida cobra todo lo que hagas, bueno o malo, y nadie se va de ella sin pagar

Esto ha hecho que cada vez más personas se sumen a esta creencia, por lo que cada vez es más común ver altares dedicados a la Santa Muerte en las calles del país, principalmente en las colonias populares

Altar ubicado en la colonia Olivar del Conde de la CDMX. Foto: DMGS.

La fiesta de la muerte

Si bien en México el 2 de noviembre de celebra el Día de Muertos, los creyentes de la muerte le agradecen cada primer día de todos los meses. Pero en el caso del altar ubicado en la calle de Aljafería, desde el 31 de octubre comienza una celebración en grande, pues la madrugada del 1 de noviembre de 2001 fue cuando Enriqueta sacó la imagen

De acuerdo a la señora, durante los tres días miles de personas visitan el lugar, algunos incluso se quedan a dormir en la calle. Llevan mariachis, pasteles y comida, por lo que la celebración es en grande.

Para este año vestirá a la muerte de novia, le pondrá una tiara y figuras de catrina como damas de honor. “La arreglaré como la reina que es”, finalizó. 

La muerte en México

Desde 1965 el culto a la Santa Muerte se manifestó oficialmente en el estado de Hidalgo, informa el sitio México Desconocido. Aunque desde antes miles de personas tenían esta creencia, sin que al momento se pueda determinar con exactitud de dónde provino. Algunos antropólogos, entre ellos Katia Perdigón, rastrean el culto hasta el siglo XVII, en la veneración de un esqueleto conocido como San Pascualito Rey. Otras voces apuntan a que el culto a la muerte apareció entre los grupos indígenas del centro de México con un marcado hermetismo.

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