El 184-B de la avenida Xola brilla, y no es precisamente por el azul intenso con el que se pintaron sus paredes, ni el rosa mexicano que le pone un acento, sino porque ahí la vida es alegre, desde que se cruza la puerta llena de avisos, el mundo parece fluir a un ritmo diferente.
Martes de apoyo psicológico, jueves de yoga, viernes de bohemia, sábado de cine club y el domingo misa, es el resultado de la idea de Samantha Flores, una mujer trans que decidió ir un paso más y ser única al fundar Laetus Vitae -vida alegre- una casa de día para adultos mayores de la comunidad LGBTTTIQA.
Laetus Vitae
Un ejemplar del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, asoma entre fotografías, reconocimientos y avisos, a pesar de todo y de todos, la comunidad no se aleja de lo divino. Samantha con casi 90 años de edad, cautiva, llena de ternura, como la sensación que da tener a tu abuela cerca, una mujer que te llena de consejos -involuntarios, porque no le gusta darlos- y que "con las puertas abiertas", recibe a todo aquel que quiera entrar a su casa.
Como dice "el adulto mayor heterosexual está abandonado, ignorado... después de haber trabajado toda su vida, de haber mantenido una familia, construido una familia... pero el adulto mayor LGBTTI somos invisibles". Con ese lema, ella que nació en el primer tercio del siglo XX, revolucionó al fundar la primera casa gratuita para la convivencia de ancianos de la comunidad en el mundo.
Parece que inspirar es el destino de esta mujer, que tomó como modelo la imagen de su mamá, para ser lo que es, que aprovechó el esfuerzo de su padre, un obrero de Orizaba, Veracruz, para convertirlo en acción y que hoy busca ayudar a los demás, a quienes como ella, han tenido que remar en contra de la corriente.
A través de una campaña de donación se reunieron 322 mil pesos para conseguir el sitio que hoy es sede de Laetus Vitae: "una comunidad amorosa, una gran familia". Aquí las personas llegan para sentirse aceptadas, para "llenar su soledad".
"Tenemos un ejemplo de un señor que vino y ha estado casado dos veces, tiene una hija, pero él decía cuando llegó aquí que tenía la idea de vestirse de mujer. La idea porque nunca había podido realizarla, y aquí la realizó, y aquí es feliz y ahora nunca pensó que se iba a atrever a andar en la calle vestido de mujer. Y aquí lo consiguió", cuenta Samantha orgullosa.
VIH: la pandemia que "se llevó a mis amigos"
Desde hace 28 años, Sam es voluntaria en un albergue que atiende a niños con VIH, ya que esta "pandemia" le arrebató a cerca de 300 amigos, en su momento. Ella recuerda que la sociedad LGBTTTIQA sufrió los estragos de este virus acompañado del estigma y el rechazo social.
"Y entonces hubo una asociación que a dos de mis amigos ayudó mucho como acompañantes, porque no había medicinas ni nada que lo curaran, y yo en agradecimiento me hice voluntaria, y ahí comencé mi labor como voluntaria, trabajadora social, para ayudar a la gente, ayudar a los niños con VIH, que todavía existe. La casa tiene 46 niños, está en Fray Servando Teresa de Mier 104 y están muy bien los niños", cuenta Samantha.
Ese fue el primer acercamiento en apoyo a los demás, de pronto alguien le comentó: "Samanta, 'has ayudado a los niños, pero no a los ancianos'", y fue justo en ese momento que su mente se llenó de la idea de ver nacer un ambiente libre para su gente; nació Vida Alegre.
Samantha se delinea los ojos y pinta sus labios, sabedora de lo privilegiada que es, pues tiene casi nueve décadas en el planeta, sigue trabajando y "está feliz de hacerlo".
Mujer, anciana y trans, innovadora e inspiradora, así es Samantha Flores nacida en 1932, quien te pide que ahora que eres joven vivas cada momento de tu juventud maravillosamente bien; "¿para que se preocupan de más?, no tienen por qué preocuparse".
Por Paola Sánchez