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OPINIÓN

Perfume de pandemia… (y no es bolero)

A los mexicanos nos fascinan los perfumes. Aunque algunos a veces pequen de usar un poquito-demasiado, siempre he pensado que es mil veces mejor a quien que huele mucho a perfume que una persona que huele a sudor o a cosas aún peores.

ESTILO DE VIDA

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Y aunque puede ser una tortura ir en un avión al lado de alguien que se bañó de Shalimar o de Chanel 5 (que son perfumes que me gustan, no me malinterpreten, pero en cantidades correctas) lo preferiré mil veces a ir al lado de un mochilero que lleva semanas sin ducharse. Toda mi vida he relacionado perfumes con momentos especiales de mi vida: el Cristalle de Chanel de mi madre que aspiraba con toda mi fuerza pulmonar cuando era niño; el Calèche de Hermés de mi tía, que me parecía más sofisticado y perfecto de una mujer ejecutiva. El primer perfume que usé, mío, fue un Varon Dandy que me regalaron a los ocho años; luego quise un Jovan Musk Oil porque en el comercial de la tele aparecía un hombre con uno de los pechos más peludos que he visto jamás, poniéndoselo -con un gesto mega machorro- por toda la pelambrera. Sin malicia alguna, pensaba que yo quería ser como él, pero ahora, me queda claro que quería a uno como él.

         En fin: mi relación con los perfumes ha sido siempre muy íntima y temeraria. Cuando comencé a trabajar como periodista de moda y belleza -en mis tiempos el personal era limitado, así que uno hacía de todo- comencé a fascinarme más y más con esos elíxires que desde entonces me hicieron soñar. Usaba perfumes de mujer, aunque el mundo me viera mal: Paloma Picasso, Angel de Thierry Mugler, Viceversa de YSL, Dune de Dior… también usaba masculinos, pero salvo contadas excepciones, los femeninos siempre me han parecido más interesantes, más complejos. Por eso, con la llegada de los perfumes “genderless” como Hermessence de Hermès o Les Exclusifs de Chanel, que abrieron el paso a los llamados perfumes de nicho, un nuevo horizonte de alegría se abrió en mi mundo. No se necesita ser un genio para saber que los perfumes de mass market, como se les conoce técnicamente, son fragancias creadas con determinadas características que los hace “seguros”, por llamarlos de alguna forma. Se trata de aromas que innovan de forma cauta y que se adaptan más fácilmente al gusto del consumidor medio, que al final acepta mejor una fragancia que le resulta más familiar en el fondo, aunque algunas notas olfativas puedan variar, para hacerle creer que se trata de un perfume nuevo. Y es un negocio que funciona de maravilla, al punto que cuando una fórmula o un estilo de perfume es súper exitoso, se replica por doquier con diferentes nombres, packagings y marketing para que el consumidor crea que es un aroma nuevo, pero la verdad es que de nuevo, tiene poco. Llegué a esta conclusión cuando al entrar a un sitio y ser invitado a oler el nuevo lanzamiento de fulanito y me parecía ya lo había olido antes, trataba de hurgar en mi cabeza para buscar a que me recordaba, y en muchos de los casos, encontraba donde lo había olido antes: “¡Ah, es que es igualito a este otro!”. Yep: así de retorcido soy.

Perfumes
Revuze, la firma tecnológica Israelí, recabó datos de más de 630 mil críticas a perfumes on-line Foto :Pixabay

         Por esto, el mundo de los perfumes de nicho me ha vuelto turulato en los últimos años. Al ser colecciones de producción más pequeña y distribución limitada, las “narices”, o perfumistas que los crean, pueden experimentar, jugar y dar vida a verdaderas obras de arte olfativas. Byredo, Etat Libre d’Orange, Killian, Serge Lutens, Frederic Malle, Tom Ford  o Tiziana Terenzi son firmas que me han hecho renovar mi esperanza en que aún existen muchas cosas nuevas por oler. De modo, que hoy más que nunca, quiero llevar una fragancia me de placer, que al retirarme por un segundo la mascarilla y asomar la nariz en mi pecho, me devuelva un momento de gozo, o que cuando esté sentado en casa viendo pajaritos por la ventana, mi perfume pueda transportarme también. Hoy, más que nunca, el perfume es necesario porque es un elemento de evasión como no hay otros, porque se va directamente a lo profundo de tus sentidos.

         Revuze, la firma tecnológica Israelí, recabó datos de más de 630 mil críticas a perfumes on-line, y llegó a la conclusión que las notas olfativas más buscadas durante este tiempo de pandemia han sido el Iris, cereza, mandarina, vainilla, durazno y maderas, respectivamente. Salvo la primer categoría que es floral, el resto se trata de notas de frutas, lo que me lleva a pensar que nuestros instintos de supervivencia se han activado: ante un peligro inminente, encierro, cambio de situación mental, el cuerpo quiere sobrevivir, y para ello necesita alimento. Y no solo lo hemos ingerido: al parecer también queremos llevarlo puesto sobre la piel. Interesante.  Por otro lado, la profusión de productos para perfumar el hogar es notable: firmas como L’artisan Perfumer está promoviendo sus velas aromáticas por doquier y la casa Loewe ha lanzado su colección de fragancias para hogar, que curiosamente, también están relacionadas con frutas o plantas comestibles: moras, cilantro, hojas de tomate, liquorice, betabel y hasta marihuana, cosa que viene de perlas si de evasión se trata.        

  La historia siempre ha sido contundente en el mercado de las fragancias: en los años ochenta, la era del SIDA, las fragancias tenían que repeler (acuérdense de Giorgio) en los 90,  tenían que lavar, aseptizar (CK one) y a partir de entonces, la variedad y riqueza de aromas ha reflejado el mundo multívoco y caótico en el que vivimos. Con esta pandemia, ¿estaremos entrando a la era de los perfumes “gourmand”? Va a ser que si. Yo, por mi parte, preferiré siempre comerme las cosas antes que oler a ellas. Por ahora, me quedaré con mis Gold Rose Oudh de Tiziana Terenzi y Cherry Lost de Tom Ford, con los que tengo un apasionado e intenso romance que me han hecho la vida exquisita en estos días tan extraños.

Por Antonio González de Cosío
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