No es un secreto para los fans de Vicente Fernández que desde pequeño padeció la pobreza, la cual venció trabajando de sol a sol durante años, en los que además, comenzó con los esfuerzos para volverse músico. Sin embargo, la vida del intérprete está lleno de anécdotas que recuerda con cariño.
En una entrevista con Jorge Ortiz de Pinedo, que el cantante dio a conocer sus inicios y una de las anécdotas que delatan la inocencia y la humildad del “Charro de Huentitán”.
En primera instancia, el músico destacó que desde pequeño se había cercano a la música. A los siete años, contó, ya disfrutaba de las películas e interpretación de Pedro infante y Jorge Negrete.
Como ayudaba en el rancho familiar, el joven Vicente solía ordeñar las vacas mientras entonaba las melodías que aprendía en las cintas del cine de oro mexicano. Además de esto, la práctica lo hizo reconocer que había sido heredero del talento familiar.
“Mi mamá cantaba muy bonito, todos los hermanos de mi madre en paz descansen, cantaban muy bonitos”, dijo.
El dolor por el que pasó varios años
De acuerdo con el cantante, cuando el rancho de su padre no rindió los frutos que se esperaban, tuvo que irse a vivir a Tijuana. En esta ciudad tuvo que dedicarse a varios oficios, dentro de los que destacan bolero, limpiador de pisos, barrendero, ordeñador de vacas e inclusive caballerango .
Como no tenía para comprarse el atuendo necesario para vestirse para este último oficio, solía ir con los jinetes a quienes les pedía que le regalaran las botas que no necesitaban.
“Como yo usaba del cinco, me decían: “¿de cuál número calzas” y yo les decía: “Del cinco para arriba””.
Aseguró que conforme fue haciéndose de su propio dinero y de fama, solía mandar a hacerse texanas sobre pedido y a su modo. Pese a que le gustaba el estilo que se usaba para crear su calzado, cuando subía a los aviones sentía que le dolían los pies y que las botas le apretaban.
Cuando el intérprete de “Por tu maldito amor” reclamó a la persona que creaba las piezas que compraba, ésta le pidió que lo dejara corregirle el tamaño del pie.
La mujer le dijo que su verdadera medida era del siete, por lo que Fernández se percató de que llevaba años usando zapatos de menor tamaño del que necesitaba.
“Pero si toda la vida he usado el cinco, sí, pero las patas crecen”, remató.
GDM
