PANAMÁ. Adornada con un león dorado, y con fotos de sus mejores peleas, la casa de Roberto Durán es una referencia geográfica en el centro de la Ciudad de Panamá. Está cerca de la estación Vía Argentina (de la línea roja del metro) y de un restaurante de comida local, donde to' ta' sabroso.
El Manos de Piedra es un exponente, un tipo querido y muy respetado. Según la opinión popular, es el mejor deportista de todos los tiempos (en Panamá). Fue campeón en cuatro divisiones distintas y protagonista de algunas de las mejores peleas en la historia del boxeo.
No muy lejos de la zona más moderna de la ciudad, con rascacielos de 80 pisos, se esconde el Casco Viejo (centro), edificado por franceses en el Siglo XVII. La Catedral y otras construcciones fueron restauradas, sin embargo, conservan el aroma y la esencia de dicha arquitectura.
El pirata Henry Morgan, quien es recordado como uno de los personajes más importantes en el país, saqueó todas sus tierras; cuentan su historia en las calles de la antigua ciudad, que se parece a Macondo (o cualquier pueblo ficticio creado por Márquez).
El impacto de Durán está presente en la cultura deportiva, y todos hablan de él como un hombre del pueblo, con una vida normal y amistoso. Tambien, como si lo conocieran bien, dicen que sigue en Estados Unidos, y que debe de andar donde la hija, en Miami, Florida.
La casa tiene una fachada que se asemeja mucho a la de un gimnasio, donde, detrás de las ventanas con marcos blancos, te imaginas un ring en el centro, y muchas peras y unos cuantos costales. A la izquierda hay un pasillo techado hasta la entrada.
En las restaurantes, donde encuentras sancocho, ropa vieja y tamales, entre otros platillos típicos, transmiten los partidos de los Yankees. El beisbol es el deporte nacional, pero el futbol ha ganado terreno, tras la clasificación de Panamá a la Copa del Mundo de Rusia 2018.
Panamá se independizó de la Gran Colombia, no obstante, posee una gran influencia estadounidense; constructores y dueños del Canal hasta 1999. Los taxis amarillos y con sólo una placa, como todos los autos, cobran en dólares, y se dicen orgullosos de la ingeniería.
La marea del Pacífico es cambiante: en las mañanas descubre decenas de metros de tierra y arena, y cangrejos arrastrados por corrientes. En las tardes las olas golpean con los pilotes de los hoteles de cinco estrellas, costosos pero bonitos, con perfumes florales y frutales.
Durán parece ser alguien noble y entregado, apasionado, ejemplo y referente. Dicen que es como casi cualquier latino: alegre, carismático y un tanto despreocupado. En el mundo es considerado uno de los mejores; en su tierra, sencillamente, el más grande.
Cálida y húmeda, y libre ciento por ciento, tras recuperar el tránsito autónomo en las calles (antes controlado por los gringos), la Ciudad de Panamá tiene dinero a montones, producto de su conexión interoceánica, la obra humana más importante en la historia del comercio.
El Manos de Piedra es accesible para casi todos, sin embargo, no es molestado por absolutamente nadie. Es una leyenda de dimensiones mayúsculas, y alguien que siempre recuerda quién es su gente. Como él mismo dijo: al Salon de la Fama no sólo entró él, sino todo Panamá.
Por Emilio Pineres Rojas / Enviado
EEZ