El problema para acceder al derecho inalienable a la vivienda en la actualidad incrementa la dificultad para muchos jóvenes de lograr la independencia del hogar familiar.
El índice de precios de la vivienda en México se disparó 8 por cien en el último año de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD). Aunado a esto, el sector inmobiliario se enfrenta a los niveles crecientes de inflación y al déficit histórico de vivienda que presiona los precios por encima de la oferta.
Mientras que en México el precio de la vivienda se ha disparado en general, en la Ciudad de México, el costo promedio ha incrementado casi 1000%, al pasar de 500,000 pesos en el año 2000, a 5 millones 400,000 pesos en 2020. Lo que ha propiciado que la ciudad sea la entidad federativa con mayor tenencia a la renta, pues el 27% de las viviendas particulares habitadas son rentadas de acuerdo con la Encuesta Nacional de Vivienda (ENVI) 2020. En tanto, quienes no pueden costear una vivienda dentro de la ciudad, buscan alternativas en el área metropolitana, donde el 40% de la vivienda es por alquiler.
El gasto destinado en promedio a la renta es de $5,525 pesos mensuales, mientras el salario promedio mensual de los jóvenes entre 20 y 29 años es de $6,492 pesos, lo que significa que $8 de cada $10 pesos, es destinado únicamente al pago de vivienda sin incluir servicios básicos y otros rubros indispensables como: alimentos, transporte, cuidados personales, salud, etc. De esta manera, el ahorro para la vivienda se ve fuertemente presionado.
El principal problema para no adquirir una vivienda es el económico, pues la gran mayoría de los jóvenes carecen de recursos propios y no cuentan con las condiciones para adquirir financiamiento. En este sentido, sólo 1 de cada 10 habitantes en la ciudad tiene acceso a crédito para la vivienda por parte de instituciones financieras privadas y otras formas de financiamiento entre los grupos de edad más jóvenes, son técnicamente imposibles de consentir.
Para que un joven de entre 20 y 29 años pueda adquirir una vivienda sin considerar roomies, tendría que estar ganando, por lo menos, 3 o 4 veces más del promedio mensual actual. Lo más recomendable es destinar únicamente el 40% del ingreso al pago de hipoteca, o bien, el 30% si se trata de alquiler.
Hoy, los jóvenes salen de casa, pero regresan cuando ya no les alcanza para pagar la renta. Este escenario está relacionado directamente a otros factores como el nivel de escolaridad, las características étnicas y el ingreso per cápita del núcleo familiar.
Adquirir una vivienda es un gran reto para los jóvenes del hoy y, muy posiblemente, del mañana. Pocos pueden pagar una casa o un departamento y esta divergencia golpea el progreso individual y colectivo en una dinámica difícil de afrontar, pues se requieren de diversos agentes y condiciones: urbanismo, desarrollo económico, empleo, educación, mercados y políticas regulatorias.
Lo anterior no significa que sea algo imposible de lograr, pero, por ahora, lo más asequible para los jóvenes que tienen la posibilidad de aplazar su independencia, es el ahorro. Esta herramienta, debe ser utilizada en cohesión a la demanda de mejores condiciones laborales en las que se encuentra el empleo formal, la afiliación al IMSS y al Sistema de Ahorro para el Retiro y la elección de la AFORE más conveniente; todo esto como estrategia de largo o mediano plazo para convertirlo en inversión.
IL