Fue un lunes 18 de marzo de 1991 cuando el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, anunció el cierre de la Refinería 18 de Marzo, ubicada en el entonces Distrito Federal, y que hasta el momento se posicionaba como el centro de refinación más grande del país.
“En ese momento muchos integrantes de la sociedad civil hicimos presión para que se cerrara la refinería que estimábamos aportaba 4 por ciento de las emisiones contaminantes de la ciudad”, dijo Carlos Álvarez, presidente de la asociación México, Comunicación y Ambiente.
La refinería emitía hasta 420 mil toneladas anuales de gases contaminantes a la atmósfera que implicaban riesgos para la salud, entre ellos daños a los pulmones, cáncer e intoxicación, dijo el experto, que en ese momento pertenecía al Movimiento Ecologista Mexicano.
Tras las presiones de la sociedad civil, Salinas de Gortari cerró el complejo industrial, una operación que implicó un costo estimado en mil millones de dólares de ese tiempo.
La refinería generaba 100 mil barriles de combustibles y derivados de petróleo al día; operaba en Azcapotzalco, en medio de la mancha urbana, lo que rompía con los estándares de seguridad, los cuales marcaban que su ubicación debía estar a más de 500 metros de asentamientos civiles, dijo Álvarez.
Maytonce García, experto de la asociación civil Transita Seguro, comentó que después de haber cerrado la refinería tuvo que limpiarse el suelo porque tenía impregnados residuos de los procesos industriales que allí se llevaban a cabo.
“Ahora es el Parque Bicentenario. Cerrar la refinería fue la mejor decisión que se pudo haber tomado en términos de protección al ambiente y a la salud de las personas”, añadió.
Por ADRIÁN ARIAS.
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