Ver a Rocky Balboa crecer desde la nada hasta convertirse en Campeón Mundial fue la inspiración de Joana Jiménez, quien hoy hace su debut en Juegos Olímpicos…pero no lo hizo en boxeo, como en algún momento deseaba, sino en la natación artística.
“Mi papá es muy aficionado al deporte. Desde siempre me motivaba y si no entrenaba me decía ‘vente vamos correr’. Con él vi la saga completa de ‘Rocky’ yo dije: ‘¡Wow! ¡Quiero hacer lo que él hace, yo quiero ser igual de buena!’. Hasta le dije a mis papás que quería ser boxeadora, pero me dijeron: ‘Si te haces boxeadora no te vamos a ver’, pero aunque no fui boxeadora, la verdad Rocky Balboa me marcó muchísimo para ser alguien, y siempre pienso que si él salió de de peleas callejeras a ser Campeón Mundial, yo también podría hacer algo así”, comentó la deportista.
Joana no pudo calzarse los guantes, pero se puso los gogles, atrapada por la natación. “Empecé por casualidad. Yo tenía quizás 7 años cuando fui al Centro Deportivo del IMSS y frente a la alberca estaba la fosa de clavados, allí estaban las niñas de nado sincronizado ¡eran puras niñas! Yo iba para hacer prueba en natación, pero me gustó tanto el sincro, que hice prueba en las dos, me quedé en las dos y elegí el sincro”, relata la psicóloga con Maestría en Psicología Educativa.
Pero aunque pasaba las pruebas, su talento no detonaba y solo la desolación del estancamiento merodeaba su carrera deportiva. “Me salí porque se supone que en un año puedes pasar 6 Niveles para representar a tu club a nivel nacional y yo no pasaba de los dos primeros, pero un día la entrenadora me pidió que regresara, me dijo que tenia físico y aptitudes, que no me frustraba porque podría lograrlo”, agregó Jiménez García.
Tal como Rocky Balboa, Joana debió enfrentar la rudeza de la disciplina y la exigencia. Bajo el agua y siempre con una sonrisa, la deportista reinicio el retador proceso de lustrar sus capacidades como sincroniza.
“Nuestra casa era el carro”
Pero el camino no fue en solitario. Mientras su padre, ingeniero mecánico automotriz, le proveía las vitaminas anímicas para no desistir de llevar una vida en el deporte, su madre, de profesión enfermera, la impulsaba a una vida integral en excelencia.
“Nuestra casa era el carro. Yo salía de la escuela y mi mamá metía en la cajuela: una mesita plegable, comida, trajes de entrenamiento, trajes de baño…mientras yo entrenaba, mi hermano dormía en el carro y mientras él entrenaba yo lo hacía, pero sino en las gradas él hacía su tarea o yo hacía la mía y de regreso a la casa, comíamos en el coche. La casa era el carro y nuestra verdadera casa solo era donde dormíamos; así fue desde la primaria hasta la preparatoria”, recuerda la deportista de 27 años, quien hoy le da perspectiva a la experiencia.
“Ahora que lo veo, me doy cuenta de que mi mamá se ‘partió el lomo’; quizás cualquier otra persona diría que es demasiado trabajo, ¡pero ella lo hizo! Ella defendió nuestros sueños, todo lo que queríamos lograr, pero también todo lo que era nuestra responsabilidad cumplir; en lo deportivo mi papá me decía “¡vamos hija tú puedes” y en la escuela mi mamá me pedía hacerlo mejor cada vez”, agregó, emocionada.
El llanto de una quinceañera
Pasaron casi ocho años desde aquel primer encuentro con las pinzas, la música y las rutinas bajo el agua, cuando en un selectivo en el Comité Olímpico Mexicano Joana fue llamada a incorporarse a la Selección Nacional.
“¡Yo lloré cuando quedé seleccionada! Más porque veía que mis compañeras eran seleccionadas y yo no lo lograba. Lloré de emoción con mi papá y le dije que desde allí me iba a proponer entrenar tan fuerte, que jamás nunca saldría del equipo”, agregó decidida Joana, que entonces tenía solo 15 años de edad.
“Me tardé añisimos en lograrlo. Tal vez no fui el súper talento nacional desde chiquita; me desarrollé poco a poco, me costó muchísimos años y mucho trabajo, pero me sirvió como persona y como atleta vivir cada proceso y etapa de mi crecimiento deportivo”, compartió la Sargento Segunda en el Ejército Mexicano.
Con un esfuerzo y dedicación que ha requerido más de la mitad de su vida, Joana logró ser la solista de los Juegos Centrocaribeños de Barranquilla 2018, donde ganó la presea de oro; también ganó oro en la rutina técnica y rutina libre en la prueba por equipos y con el combo; Joana fue seleccionada también para acompañar a la emblemática Nuria Diosdado en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y allí ganaron la presea de plata; mientras Nuria vive en Tokio 2020 sus terceros Juegos Olímpicos, Joana debuta en la justa, ambas con el sueño de posicionar a México entre las mejores parejas del mundo.
El camino no fue fácil para Joana, pero completarlo la ha dejado con la fortaleza de un Campeón Mundial de Boxeo, que sabe trazar complejas ejecuciones bajo el agua y entre la exigencia y el esfuerzo, además sonríe.