Desde hace algunos meses, las noticias en las que presuntos santeros han sido descubiertos con animales que usarán en rituales se han multiplicado, causando consternación en la sociedad.
Y es que para la santería realizar sacrificios de animales no es una práctica inadecuada. De hecho, se trata de una forma de agradar a los orishas y conseguir su favor, aunque no es tan frecuente como se pudiera pensar.
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El sacrificio de animales está relacionado casi siempre con una iniciación en los rituales de la religión, puesto que de esta forma se llama la atención del orisha o santo que guiará a la persona en su camino individual.
Para la santería, los animales sacrificados deben ser comestibles, pues su carne es un manjar preciado por sus practicantes, mismo que suelen compartir en guisos cuando terminan sus ceremonias. Por esta razón, animales como perros, gatos, roedores o primates, están prohibidos.
Un balance cósmico
Para los orishas, todo tiene que ver con la energía y una especie de balance en la naturaleza. Y así como en ella no existen nacimientos desprovistos de sangre, los “nacimientos” espirituales también precisan de este líquido.
“Los orishas, materializados en sus piedras, con los caracoles y elekes, no consumen la carne de los animales sacrificados, sino el ashé que contiene la sangre, la cual se derrama sobre los fundamentos de los santos y las cabezas de los iniciados”, señala el teólogo Donald T. Moore.
Como mensajeros de Olofi, el dios todopoderoso, e intermediarios ante su gracia, los orishas tienen un menú muy detallado de animales que les pueden ser ofrendados, los cuales incluyen muchas variedades de pescados, chivos, cabras, borregos y tortugas, entre otros.
Las aves son el apartado más amplio en el tema de los sacrificios, y pueden incluir desde palomas (pero nunca blancas, porque son mensajeras de Olofi), gallinas, patos, gansos, guajolotes o codornices. Casi siempre se pueden comer después del ritual, pero cuando no se hace es porque el animal se empleó para retirar algún mal.
“Mediante el sacrificio se comulga y se estrecha la unión con los orishas, y los mismos beneficios alcanzan los que asisten a la matanza impregnándose de la esencia sagrada y poderosa de la sangre que es ‘vida de la vida’”, añade Moore.
Sin embargo, no cualquiera puede hacer un sacrificio. De la misma manera que en el judaísmo o en el Islam quienes dan muerte a un animal son personas capacitadas especialmente, en la santería deben ser babalawos o sacerdotes especiales, puesto que un animal sacrificado con sufrimiento es indigno de ser ofrecido a estas deidades.
Una tradición prohibida en casi todo el mundo
Gracias a los avances en el cuidado de los animales como seres sintientes que hay en prácticamente todo el mundo, el sacrificio ritual que no conlleva consumo humano de animales está prohibido.
En México, por ejemplo, la matanza de animales para consumo debe realizarse en espacios que guarden ciertas condiciones de sanidad, limpieza y no pueden emplearse para realizar rituales de ninguna especie.
La Ciudad de México es especialmente estricta en estos casos. El artículo 25 de la Ley de Protección y Bienestar de los Animales es el que regula este tipo de actividades, prohibiéndolas de forma definitiva.
De acuerdo con la normatividad, quien realice lesiones que conlleven la muerte de un animalito podrá hacerse acreedor a una pena de hasta 12 años de cárcel, además de una importante sanción económica.