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“Todos somos hijos de Pedro Páramo”: Alma Delia Murillo

La escritora narra en La cabeza de mi padre, la historia de un viaje en busca de su papá, quien un día decidió no volver a su hogar, como millones de hombres en México

“Todos somos hijos de Pedro Páramo”: Alma Delia Murillo
La escritora narra la historia de un viaje en busca de su papá, quien un día decidió no volver a su hogar Foto: Arte: Christian Chacón

En la cultura popular mexicana existe una frase que ha normalizado el abandono paterno: “Se fue por cigarros”. Esta realidad convierte a millones de personas, de algún modo, en hijos de Pedro Páramo, pero no todos van a Comala a buscarlo. La escritora Alma Delia Murillo (Ciudad de México, 1979) sí lo hizo, emprendió el camino hacia Michoacán para darle rostro, historia y sentido a ese hombre que un día, simplemente, no volvió a casa y dejó atrás a una esposa y siete hijos.

Su novela “La cabeza de mi padre” resulta una bitácora de viaje, una declaración de principios, una desnudez emocional, un retrato descarnado y brutal de la familia que debe y tiene que reconstruirse sin papá.

“La familia es la mentira mejor contada de todas y también la más entrañable, es nuestro punto ciego de sangre porque todas las familias, por más que se diga lo contrario, están montadas sobre un poco de ficción, de datos falsos, de historias raras; tiene sus componentes arquetípicos, uno de ellos es, sin duda, el padre. Él es el origen, ausente o presente, un padre no nada más permite que existan unos hijos o una hija como la que narra esta historia, nos da nombre y nos permite el relato de una dinastía”, dice en entrevista.

La novela es autobiográfica y para construirla contó con la autorización de su familia. Sin embargo, lo personal la convierte en universal, en un caso de entre muchos hombres que se fueron. La descomposición filial, el abuso, la pobreza, la presión social, la violencia, atraviesan cada página, dando así un retrato del México contemporáneo.

“El padre tiene un rol social, es una figura familiar, pero es un ser humano que tiene derecho a darse por vencido; me irrita la machacada idea de triunfar y de no rendirse, pero parte de la experiencia humana también es rendirse, punto, y no hay justificación. ¿Quién soy yo para decirle a alguien que se rinde que ya no vale como ser humano? Entiendo a ese ser humano que fue mi padre”, advierte.

Sobre la honestidad que habita en cada página, comparte: “La escritura, por suerte, no son matemáticas, no es una ciencia unívoca. Lo rico de escribir es que cada vez te vas encontrando con que cada texto pide su forma y en ello contiene su fondo. Entonces, por un lado, sí está una honestidad kamikaze en la que me metí y de la que todavía no sé si me arrepiento, a ratos creo que sí porque sí me siento expuesta, estoy completamente sin artilugios, sin personaje ficticio de por medio. El personaje que narra esta historia es Alma Delia. Y, por otro lado, y no quiero sonar pretenciosa, el único punto de vista que me interesa cuando escribo es el de la verdad, lo que sea que eso signifique”.

Murillo señala que el padre es una figura importantísima en la literatura, por eso todo el libro está transado por Shakespeare, Paul Auster, entre otros. “Me parece que siempre se le aborda desde un lugar muy lejano. Desde el punto de vista social, qué pasa cuando el padre no está, cuántos padres no están, pero yo me quise meter a contar lo que una persona, cada día, a ritmo de corazón, le ocurre cuando no tiene un papá, cuando estás conociendo parejas y no está, cuando en la solicitud de empleo no sabes qué poner en donde dice padre. Ahora me entero que a muchos les han inventado que sus padres murieron y no es verdad. A las hijas nos toca entrarle a la figura del padre, que es muy distinta a la realidad que relatan los varones”, explica.

FOTOS: CORTESÍA ANA HOP

MAAZ

 

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