Las citas románticas eran cosa de todos los días, por lo que no necesitábamos celebrar San Valentín. Esa era una fecha que para nosotros pasaba inadvertida, por eso nunca planeamos nada "especial" para ese día y usábamos la frase "yo no quiero un 14 de febrero feliz", pues preferíamos que todos los días fueran una oportunidad para celebrar el estar juntos. Así que ese viernes salimos a caminamos por calles del Centro Histórico descubriendo fachadas antiguas, que entonces llamaban tanto mi atención, y fue así que llegamos a la plaza de Santo Domingo ubicada al norponiente de la Catedral ahí miramos todo el esplendor de las fachadas que rodean ese lugar.
Al volver los ojos miré que ante mí había una estatua de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, obra del escultor italiano Enrique Alciati justo al centro de la plaza, delimitada por las calles Belisario Domínguez al norte, República de Brasil, al oriente, y República de Cuba, al sur. El sitio es histórico pues se piensa que esa explanada fue construida sobre la casa de Cuauhtémoc, pero además lo que más destacó entre todas las joyas arquitectónicas fue el edificio de los portales, ese lugar donde todavía se conservan los cubículos pequeños que los escribanos utilizaban para que los enamorados les dictaran cartas de amor mientras ellos las escribían en máquinas mecánicas.
De cartas de amor a hoteles boutique
Los teclasos eran el pan de todos los días en esa zona, donde ahora se ofrecen servicios de imprenta, ahí realizan invitaciones de bodas, XV años, bautizos y todo evento que se te ocurra, así como los recuerditos para esas celebraciones, por lo que de los escribanos solo queda el recuerdo de algunos mayores, entre ellos mi abuelo quien alguna vez me contó que el sí fue a que le escribieran una carta para mi abuela, pues él no sabía leer ni escribir, pero sí tenía palabras de amor para expresarle a la mujer que entonces era su enamora. Recuerdo la expresión de beneplácito con la que me lo contaba y hasta daban ganas de estar enamorada.
Sobre ese mismo edificio destaca una renovada construcción que contrasta con todo lo que hay alrededor, se trata de una terraza que además forma parte de un hotel, y pensamos que era buena idea entrar y comer ahí. Su acceso está sobre la calle República de Cuba; es una imponente edificación colonial, al entrar lo primero que se ve es una enorme puerta de madera de unos 100 kilos que estaba abierta de par en par ofreciendo entrar. La casa es una de esas joyas arquitectónicas que se conservan hoy en día y que fueron adoptadas por un particular que la remodeló con fines comerciales, pues además de haber ahí un restaurante es un hotel boutique.
De acuerdo con la página oficial de Instagram del lugar este recinto abrió sus puertas en el año 2017, después de cuatro años de trabajos de restauración, coordinados con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) pues es un edificio protegido por eso cuidaron mucho conservar la esencia del lugar construido durante el virreinato. Todos esos detalles llamaron mi atención por lo que no podía dejar ir la oportunidad de pasar una noche en aquél "mágico recinto". Sin pensar que era 14 de febrero preguntamos por una habitación y la recepcionista dijo que tenía todo lleno (seguro vio mi cara de desilusión) pero quedó en avisarnos si alguien cancelaba, pues le comentamos que estaríamos en el restaurante.
Pasaron las horas, comimos, platicamos de miles de cosas, pues se nos daba bien conversar de todos los temas, saltamos de la gastronomía del lugar, a las herramientas de tortura del Palacio de la Inquisición, pues teníamos frente a nosotros ese edificio que despide cierta energía tenebrosa, hay que recordar que ahí perdieron la vida miles de personas a manos de la Iglesia Católica en su afán de evangelizar y convertir a la fe cristiana a los recién conquistados mexicas que se negaban a aceptar a su Dios. No sé si eso nos atrajo energías negativas pero ahí cambió todo.
Un San Valentín...de miedo
La recepcionista nos confirmó que había disponible una habitación, se trataba de la última del pasillo principal y sus ventanas daban a la Plaza de Santo Domingo, la idea nos pareció excelente, así que dijimos sí. Al entrar la habitación, que parecía recién remodelada, contaba con las vigas de madera originales, eso daba la sensación de estar en una verdadera casa virreinal, además el espacio fue bien aprovechado, pues aprovechado los altos techos los arquitectos construyeron un tapanco donde coloraron la regadera y el baño, así como un pequeño espacio para que se usara de clóset.
Luces amarillas para dar esa calidad necesaria en un hotel que te vende la experiencia de pasar una noche en un antiguo hotel del Centro Histórico de la Ciudad de México, así que tenía todo para pasar un buen rato...pero eso fue así, entrada la noche se encendió la luz de la habitación de manera inesperada. Aproveché ese sobresalto para subir al baño y a mi regreso la apagué. Volví a la cama e intentaba dormir de nuevo cuando sentí un golpe seco en las piernas. De inmediato mi corazón empezó a latir más fuerte, mi respiración se agitó y apreté los ojos. Mi mente trataba de convencerme que no había sido nada, pero sabía lo que había sentido, así que no pude evitar asustarme.
Intenté despertar a mi pareja, pero fue en vano, jamás se percató de lo que pasaba y cuando estaba hablándole se encendió la luz del teléfono que estaba en el buró al costado izquierdo de la cama. La luz verde iluminó en su totalidad la habitación y en la penumbra al fondo, en una pequeña sala de estar se veía una figura femenina. Obviamente en ese momento exclamé un grito tan fuerte que ahí no hubo manera de no despertar a nadie. El terror en mi voz se escuchó hasta la recepción y minutos después tocaron la puerta preguntando si todo estaba bien.
Yo no podía creer lo que había pasado, pues no suelo caer en provocaciones chocarreras, pero la figura que noté ahí era tan real que aún años después la veo en mi mente. Así acabo esa noche de San Valentín con un susto digno de contar y de paso advertir a quienes se hospeden ahí, pues la Plaza de Santo Domingo es un lugar que alberga gran cantidad de energía tan sólo hay que recordar que ahí fue fusilado el general Santiago Vidaurri la tarde del 8 de julio de 1867 acusado de apoyar al emperador Maximiliano de Habsburgo.
Cabe destacar que el resto de la noche pasó sin pena ni gloria, pero a la mañana siguiente, la recepcionista dijo entre risas que esa una habitación donde asustaban. Imagínense cuántas almas en pena anda merodeando esa zona, sin duda una carga energética importante se concentra en el norponiente del Zócalo de la Ciudad de México...yo en aquel momento sólo recé el padre nuestro que me sabía para alejar a lo que fuera que estaba ahí. Ese recuerdo ahora provoca risas.
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