El 6 de abril de 1986 sucedió uno de los peores desastres de la historia de la humanidad cuando la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania, entonces parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), explotó y provocó la muerte de 131 personas al instante y más de 135 mil que tuvieron que ser evacuadas. Sin embargo, los daños y efectos de la radiación se extendieron por toda Europa y hasta México.
El desastre llegó a nuestro país en forma de corrupción y toneladas de leche radioactiva que enfermó a los mexicanos. Tras el incidente en la planta nuclear de Chernóbil, se generó una nube radioactiva que cubrió gran parte de Europa, la cual, a su vez, provocó una lluvia contaminada con elementos como Cesio-137 y Cobalto 60, los cuales son altamente tóxicos y pueden causar cáncer, malformaciones o enfermedades hepáticas.
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Esta lluvia llegó a zonas como Irlanda, donde los grandes y verdes pastizales son usados para alimentar a vacas, cuya leche es distribuida a decenas de países, entre ellos México. Y aunque la Organización Mundial de la Salud y otras autoridades sanitarias pidieron a los gobiernos mundiales no comprar estos productos por estar contaminados, el de nuestro país hizo oídos sordos.
Durante el gobierno de Miguel de la Madrid, el entonces Secretario de Salud, Guillermo Soberón Acevedo, ignoró las advertencias y compró aproximadamente 29 mil toneladas de leche en polvo contaminada a través de la ya extinta Comisión Nacional de Subsistencia Popular, mejor conocida como la Conasupo.
Si bien la información sobre esta compra quedó en total secreto, los efectos adversos en la salud de algunas personas terminaron por delatar al gobierno mexicano. De acuerdo con reportes de la Tercera Zona Naval de Veracruz, los primeros en notar el daño provocado por la leche radioactiva fueron los militares. Algunos elementos comenzaron a presentar malestar estomacal al mismo tiempo y para dar con la razón detrás de la enfermedad, el vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo analizó los hábitos alimenticios de sus uniformados.
Para su sorpresa, la investigación arrojó que la leche en polvo que consumió su batallón estaba contaminada con material radioactivo, y al adentrarse en el origen de la misma, descubrió la compra millonaria que había hecho el gobierno a las empresas irlandesas con pastizales afectados tras la explosión nuclear de Chernóbil.
Aunque intentó demostrarlo y exigir una solución al problema de la mano de activistas como el Grupo de los Cien, un colectivo de intelectuales que nació para hacerle frente a diversas problemáticas como la contaminación ambiental, las autoridades lo negaron y finalmente silenciaron al vicealmirante por completo.
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Daño nacional
Pero el daño ya estaba hecho, y es que no solo la milicia nacional resultó afectada, sino que, según Guillermo Zamora, cientos de mexicanos tomaron la leche radioactiva; de acuerdo con una investigación del escritor, entre 1987 y 1997 el cáncer infantil aumentó 300 por ciento, causando cerca de 270 muertes de entre 900 casos registrados oficialmente.
Aunque durante años se ha señalado a la ya extinta Conasupo de corrupción y de causar enfermedades mortales a una parte importante de la población, las autoridades lo han negado rotundamente una y otra vez.