Pese a que la creencia en Santa Claus ha estado ligada a los niños de todo el mundo desde hace varias generaciones, hubo una ocasión en la que el gobierno de México intentó eliminar la imagen del hombre vestido de rojo que entra a las casas para dejar obsequios a los menores que se portan bien.
Fue el 23 de noviembre de 1930 cuando se dio a conocer en diarios nacionales que la administración de Pascual Ortiz Rubio había decidido reemplazar al personaje europeo por uno que fuera un verdadero símbolo mexicano: Quetzalcóatl.
El objetivo de esto era que los niños tuvieran un genuino amor por los símbolos patrios y por la cultura de su país. Durante los años anteriores, el gobierno había buscado establecer la identidad nacional por medio de los símbolos prehispánicos como el maíz, el chile y la figura del dios mesoamericano.
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El día de Quetzalcóatl
Para la celebración del día, el líder de la República Mexicana solicitó que se construyera un templo azteca en el Estadio Nacional, punto en el que se solían presentar eventos políticos, deportivos o sociales. Días antes la Lotería Nacional había realizado un sorteo de 600 mil pesos en los que se hacía honor a Quetzalcóatl.
Pese a que se buscaba dar a entender que el dios reemplazaría a Santa Claus, en el lugar se colocaron árboles y luces de Navidad. A la par, bandas de guerra entonaron el Himno Nacional.
Al lugar llegaron aproximadamente 15 mil personas. La primera dama, Josefina Ortiz Rubio, repartió regalos entre los niños. También hizo lo mismo un hombre que vestía un penacho. Al final del evento, se presentaron varios bailes regionales.
Lo rechazaron
La creencia en Santa Claus triunfó sobre la que pretendía instaurar el presidente, así que la gente no se sumó a los festejos al hermano de Tezcatlipoca.
Los cronistas de la época responsabilizan de esta situación a las creencias religiosas de las personas, quienes asimilaban la figura de Santa junto con la de Jesucristo y veían a la serpiente emplumada como una deidad pagana.
El festejo a Quetzalcóatl no volvió a llevarse a cabo; sin embargo, el decreto nunca fue eliminado.