Un tema recurrente, en la filosofía, la historia y la literatura, es la forma en que los seres humanos, y especialmente los líderes, reaccionan frente a crisis de gran magnitud. El tema es central en los estudios de liderazgo. Los líderes demuestran de lo que están hechos cuando enfrentan una crisis.
Hay películas notables sobre lo que significa un buen liderazgo en tiempos críticos. Viene a la memoria “The Darkest Hours” sobre la forma en que Chrurchill enfrentó a Hitler en la segunda guerra mundial. Otra, es “Master and Commander”, en la que el Capitán Jack Aubrey enfrenta a la flota francesa en los mares del sur. Se las recomiendo ampliamente.
El emperador romano y filósofo estoico, Marco Aurelio, advirtió en sus “Meditaciones”, que no son las crisis mismas lo que debe preocupar a un líder, sino la forma en que su mente las procesa. “Si te duele algo externo, no es eso lo que te molesta, sino tu juicio sobre ello. Y puedes borrarlo ahora mismo.” (Meditaciones, Libro 8, 47). Marco Aurelio enfatizó que los seres humanos no tenemos control sobre los eventos externos. En cambio, sí podemos controlar nuestras reacciones frente a ellos.
López Portillo llamó metafóricamente a la diferencia entre la existencia de una crisis, y la forma en que un líder la enfrenta, como “el timón y la tormenta”. En efecto, hay situaciones en que un líder se ve inmerso en una tormenta sobre la que no tuvo ningún control, pero es dueño de sus reacciones, mientras que, en otras, son sus decisiones las que provocaron la tormenta.
El presidente Trump es el único responsable de la tormenta económica global que ha desatado al imponer aranceles al resto del mundo, a adversarios y aliados por igual. A potencias económicas como China y la Unión Europea. A aliados cercanos, como Corea, Japón, India e Israel. En unas cuantas horas, derrumbó el orden comercial internacional, creado y mantenido por Estados Unidos desde el fin de la segunda guerra mundial, uno de los principales motores del periodo de prosperidad más largo de la historia, y del que su país fue uno de los mayares beneficiarios.
Las consecuencias de su decisión, sustentada solamente en sus prejuicios, serán demoledoras para la economía de su país. En solo dos días, los mercados internacionales cayeron en picada. Las empresas estadounidenses han perdido en capitalización más de seis billones de dólares (trillions en Estados Unidos), incluyendo a las empresas digitales que son la vanguardia del capitalismo estadounidense, y que habían decidido apoyarlo, como Amazon y Apple, o las empresas de su principal asesor, Elon Musk.
Sin necesidad, Trump ha desatado una tormenta económica global. Es la peor caída desde la crisis del COVID19, en 2020, y la crisis financiera de 2008. A diferencia de aquellas, la crisis actual es totalmente autoinfligida. Tendrá costos significativos para la economía y los consumidores de Estados Unidos. Desatará la inflación y reducirá el crecimiento económico. Los analistas de JP Morgan predicen que, en lugar de un crecimiento de 2 por ciento para este año, nuestro vecino tendrá una recesión. Peor aún, estancamiento con inflación, lo que los expertos denominan como “estagflación”.
Las familias estadounidenses tendrán que absorber el costo de los prejuicios de un personaje consumido por su irrefrenable narcisismo, que deliberadamente escogió rodearse de personas incapaces de contradecirlo. Muchos países responderán imponiendo aranceles a las exportaciones estadounidenses. Es posible una guerra comercial global. Si hay recesión en Estados Unidos, ésta se expandirá al resto del mundo, sobre todo a países como México, estrechamente ligado a la economía de nuestro vecino.
Trump decidió exceptuar a México y Canadá de los aranceles que anunció el 2 de abril. Pero mantuvo los aranceles de 25 por ciento al acero y el aluminio, a las automóviles y otros productos que México exporta a Estados Unidos. Las pláticas bilaterales continuarán en las próximas semanas, buscando que Trump reconozca que pretender el traslado de todas las operaciones de las empresas de esos sectores al territorio estadounidense, tiene costos impagables para empresas como Ford, General Motors y Stellantis. Si persiste, las puede condenar a la quiebra.
México no puede sustraerse a la tormenta desatada por Trump. El 83 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen a Estados Unidos. El 30 por ciento de nuestro PIB depende de esas exportaciones. Pero la presidenta Claudia Sheinbaum la está enfrentando con liderazgo, con pleno control de sus reacciones, lo que la ha hecho favorecer el diálogo y la negociación. El T-MEC, aunque parcialmente cuestionado, está lejos de estar muerto. México puede seguir exportando la mayoría de sus productos a Estados Unidos con arancel cero. Seguramente vamos a atravesar un costoso periodo de incertidumbre. Pero los aranceles diferenciados que Trump está imponiendo a los países nos ofrece la posibilidad, en el mediano plazo, de salir fortalecidos de esta inusitada tormenta.
*MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@miguelrcabanas
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