Vladimir Ilich Lenin pronosticó el derrumbe del capitalismo en su afamado libro “El Imperialismo, Última Etapa del Capitalismo”; se equivocó. El desarrollo del sistema industrial que concentraban las grandes fábricas en las principales metrópolis, utilizando las materias primas de los países subdesarrollados para transformarlos y venderlos en el mercado mundial, cambió radicalmente cuando Margaret Thatcher con la asesoría de Von Hayek y Donald Reagan, con el apoyo de Milton Friedman plantearon un nuevo modelo que dio pie a la globalización.
Se desconcentraron los sistemas productivos aprovechando las condiciones de mano de obra barata y fiscales en los países en vías de desarrollo, y se cambió la concentración de la riqueza a través de la especulación. El desarrollo tecnológico y científico tuvo un crecimiento exponencial, de esta manera se ingresó al llamado neoliberalismo, abriendo las fronteras al comercio internacional; los tratados de libre comercio fueron el principal instrumento.
El capitalismo se salvó, pero el efecto colateral, produjo desigualdad en los países altamente desarrollados y una concentración absoluta de la riqueza en unas cuantas manos. A este modelo que ha durado más de 30 años se ha enfrentado Donald Trump con una posición nativista y proteccionista, esto explica su propuesta arancelaria que rompe los moldes de toda esa estructura globalizadora y neoliberal.
El electorado estadounidense que sufrió un empobrecimiento y una mayor desigualdad es lo que explica su triunfo electoral y su nueva propuesta que amenaza con derrumbar la globalización neoliberal, en lo económico; en lo político, el cambio de los nuevos paradigmas democráticos, y en lo social, el desarrollo de los derechos Humanos.
Estados Unidos no puede ganar solo la batalla contra el mundo, por eso los aranceles que le pone a los países latinoamericanos son del diez por ciento y respeta parte del T-MEC, por la intensa relación comercial con Canadá y México.
No se trata de una actitud bondadosa, si no de la necesidad de consolidar una región, le guste o no, para poder competir en el comercio mundial.
Sin duda hubo un trabajo importante de la Presidenta Sheinbaum y de su Gobierno, a la que no hay que regatearles la solidaridad a sus logros. No obstante en posición totalmente distinta el Primer Ministro de Canadá logró también no ser tan afectado por esta política.
No nos fue mal, aun así el futuro inmediato no está claro. Si la recesión económica y esta política nativista fracasan, nosotros vamos en el mismo barco.
Frente a todo esto la salida de los 18 puntos expuestos por la Presidenta Sheinbaum en el denominado Plan México, que implica una mayor producción nacional, es correcta aun cuando la realización de dicho proyecto se ve complicado frente a un crecimiento decepcionante de la economía doméstica.
Veamos el futuro con esperanza, también con realismo. Enfrentaremos una grave crisis de inflación, falta de crecimiento y retroceso económico. No echemos las campanas al aire, retomemos nuestros valores históricos y culturales, y sobre todo tratemos de encontrar con claridad las claves del futuro inmediato.
Los aranceles impuestos a la mayor parte del mundo por parte de Estados Unidos, exceptuando a Rusia, Canadá y México no auguran un futuro promisorio, pues al final del camino quienes pagarán estas nuevas tarifas serán los consumidores, es decir la población mundial.
México tiene que encontrar su propio camino, difícil y complicado pero iluminado por una historia que constitucional y económicamente ha marcado las pautas sobre las que debemos transitar.
La caída de las bolsas en el mundo no augura el éxito de este nuevo orden económico mundial.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ