Los alemanes tienen palabras para todo. Wendehals, que literalmente significa girar el cuello y también nombra a un pajarillo, se usa para referirse a los oportunistas que, ante un cambio de contexto, cambian también de convicciones. Se les decía wendehals, por ejemplo, a quienes, tras la reunificación alemana, abandonaron el bando comunista y se convirtieron en fervientes defensores del capitalismo.
Algo similar ocurre con la izquierda mexicana que está en plena maroma colectiva en favor de la mano dura contra el crimen. Esos que clamaban “¡no más guerra!” ahora celebran cada decomiso, cada extradición y cada despliegue militar. En las caricaturas de los moneros oficialistas, los soldados ya no parecen orangutanes, sino pueblo armado. En las redes sociales del bienestar ya no se presumen marchas, sino arrestos. Y en García Harfuch, el ex Policía Federal, la 4T ha encontrado a su superhéroe.
Los intelectuales orgánicos de la 4T también están girando el cuello con destacada flexibilidad. Carlos Pérez Ricart, por ejemplo, escribió recientemente en Reforma que la presidenta Claudia Sheinbaum ha dado un “gran volantazo” en materia de seguridad.
La pluma de izquierda reconoce que ahora hay más balas y menos abrazos. Nos cuenta que regresó la confrontación directa con la delincuencia, que hay una tímida, pero renovada apuesta por instituciones civiles del pasado, y nos informa —siempre con cauto optimismo— que, afortunadamente, ya hay resultados: ¡una disminución del 22% en homicidios de septiembre a marzo!
Supongo que, en estos resultados, Pérez Ricart reconoce el rol de la estrategia de “kingpin” (descabezar a los cárteles) que ha emprendido Harfuch. Lo curioso es que, en 2019, él mismo escribía en Nexos que esa estrategia generaba severas consecuencias sociales: fragmentación de grupos, incentivos para la violencia y violaciones al debido proceso. De tal grado eran sus certezas, que cerraba la pieza diciendo que los resultados permitían “concluir y sentenciar por enésima vez el fracaso de la guerra contra las drogas”.
Ya bien entrado el obradorismo, en 2021, el agudo analista nos informaba que la estrategia de AMLO, que daba marcha atrás a la terrible guerra, estaba funcionando: “Todo parece indicar que sí, en efecto, la estrategia de seguridad pública del Gobierno de México (2018–2024) ha comenzado a cosechar sus primeros resultados… hay razones para ser cautelosamente optimistas”.
Entonces, ¿los abrazos funcionaban o no? ¿Y por qué si funcionaban, ahora que se abandonan, hay fiesta? Es como si despertara de un coma intelectual de seis años.
Más allá de plumas militantes, lo cierto es que lo de Sheinbaum no es solo un volantazo, sino vuelta en U. Su estrategia es el retorno a lo que los gobiernos neoliberales cimentaron y que el obradorismo intentó derrumbar. Ahora se vuelve a hablar con entusiasmo de policías investigadores, como cuando se creó la AFI de García Luna. Se rescata de sus cenizas al Sistema Nacional de Seguridad Pública, que resulta que sí servía para algo, aunque lo haya creado Ernesto Zedillo. Vaya, hasta se vende como novedad la idea de una plataforma tecnológica de inteligencia para la seguridad. Aún no tiene nombre, pero propongo uno: Plataforma México.
Omar García Harfuch no está inventando el hilo negro: simplemente está rescatando el esfuerzo transexenal que frenó López Obrador. Está aplicando lo que aprendió en los gobiernos en los que colaboró: el de Calderón y el de Peña Nieto. De ahí también el retorno de decenas de agentes de la Policía Federal que hoy le acompañan.
A los wendehals, que cambiaron la indignación por aplausos ante la misma partitura solo queda pedirles un poco de honestidad intelectual y generosidad con el pasado. Que admitan que la guerra de Calderón es también la de Claudia. Y que ahí —como en la defensa del libre comercio— hay otro triunfo cultural del neoliberalismo.
POR CARLOS MATIENZO
DIRECTOR DE DATAINT
@CMATIENZO
MAAZ