Esta columna bien podría llamarse réquiem por el Tratado de comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). No es que haya sido desahuciado, pero las posibilidades de salvar el convenio norteamericano en su forma original no parecen esperanzadoras.
La situación actual podría verse también el marco del resquebrajamiento del mundo que los Estados Unidos crearon después de la Segunda Guerra Mundial, desde alianzas militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a su red de acuerdos comerciales, ahora cuestionados por el gobierno del presidente Donald Trump.
La realidad es que tanto México como Canadá mantienen a querer o no su cordón umbilical con los Estados Unidos. Ninguno puede cambiar de vecindario y los dos mantienen vínculos que en el caso mexicano, trascienden la integración económica.
De hecho, mientras México lucha por mantener su relación comercial con Estados Unidos, Washington parece menos preocupado por mantener sus vínculos comerciales y militares con otras regiones, que parecen ahora irremediablemente dañados en el caso de Europa.
En el proceso, el gobierno Trump puso en entredicho la confiabilidad de los Estados Unidos como socio comercial o aliado militar.
El anuncio formal de imposición de aranceles de 25 por ciento a los vehículos importados, incluso los procedentes de Canadá y México, fue como la campanada inicial en el sepelio del T-MEC, que tiene mecanismos de queja para resolver disputas. Y aunque luego las anunciadas gabelas han sido modificadas y ajustadas en varias formas, siempre ha sido de forma unilateral.
La implicación obvia es que el acuerdo ya no funciona, al menos en su forma original. Y ni Canadá ni México están en condiciones de resistir.
"El desequilibrio de poder es tal que (México y Canadá) carecen de una estrategia creíble para contrarrestarlo. Todos entienden que eventualmente tendrán que aceptar las condiciones de Trump. La única pregunta es si la capitulación llega antes o después de una costosa batalla", consideró Ian Bremmer, presidente-fundador del Eurasia Group, de análisis geopolítico de riesgos.
"Con un 85% de aprobación laboral, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, cuenta con suficiente espacio político interno para ceder a las exigencias de Trump y mantener a México en su favor, como ya lo está haciendo", agregó.
Para los canadienses, la situación es complicada por un proceso electoral que culminará el 28 de abril: "el gobierno canadiense tiene un incentivo político para oponer una resistencia más fuerte", ante las amenazas de Trump a la economía y la soberanía de Canadá.
Los canadienses no serán el estado 51 de Estados Unidos, pero al igual que México, no tienen muchas alternativas en el corto plazo.
Pero aun cuando el T-MEC siga adelante y sea modificado, la confianza en el respeto a su letra y espíritu estará más que resquebrajada.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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