Las razones que determinan el ascenso y la caída de los grandes imperios es uno de los temas que, desde hace siglos, atraen la atención de historiadores, filósofos, y demás estudiosos del poder. Desde Tucídides (La Guerra del Peloponeso), hasta Paul Kennedy (The Rise and Fall of Great Powers) muchos pensadores han tratado de desentrañar las causas que provocaron la decadencia y caída de los grandes imperios que, en el cénit de su poder, parecían indestructibles, inmutables y eternos.
Una de las causas más frecuentes de la decadencia y caída de un Imperio es la baja calidad de sus líderes que, careciendo de una visión estratégica y de largo plazo, o del carácter y la disciplina necesarios, tomaron, o dejaron de tomar, las decisiones más convenientes para sus imperios. La construcción de una gran potencia es siempre una obra centenaria, que conlleva las aportaciones de muchas generaciones. En cambio, basta una generación y un pobre liderazgo para empujar la destrucción y ruina de un Imperio.
La decadencia del Imperio Romano se inició, según el historiador Caso Dión (citado por Edward Gibbon), cuando Cómodo, hijo de Marco Aurelio, el gran emperador y filósofo del estoicismo, ascendió al trono imperial en el año 180, a los diecinueve años. Lo encabezó solamente hasta 192, cuando fue estrangulado por Narciso, un luchador profesional, en un complot organizado por su círculo más cercano, incluyendo a su amante Marcia y al jefe de la Guardia Pretoriana. Pero bastaron doce años para llevar a Roma al caos.
Casio Dión describe a Cómodo como el opuesto de su padre, con una personalidad frívola, entregada al lujo, los placeres, y a las luchas de gladiadores en el Coliseo, para alimentar su vanidad y la admiración del pueblo. Lo acusa de abandono de sus obligaciones, delegando el gobierno en manos de amigos y favoritos corruptos, que vendían cargos públicos al mejor postor. Su desgobierno llevó al desorden, purgas de senadores, conspiraciones palaciegas, e inestabilidad, iniciando la crisis política y militar que padeció Roma durante todo el siglo tercero.
Gibbon acusa a Cómodo de haber sido un tirano irresponsable, cuyo nivel de incompetencia, corrupción, megalomanía y cambios frecuentes de opinión, debilitaron el papel del trono imperial. Criticó en especial el acuerdo de paz que Cómodo firmó con las tribus germánicas, a las que Marco Aurelio había combatido durante años, por considerar que fue una decisión precipitada, muy perjudicial para la seguridad del Imperio. El gran historiador sostiene que ese Acuerdo marcó una retirada de Roma, mostrando una enorme debilidad que incentivó futuras incursiones de las tribus germánicas.
Donald Trump tiene algunas similitudes con Cómodo. Líderes que carecen de una visión estratégica amplia y de largo plazo, con una personalidad frívola y megalómana, sin conciencia de su propia ignorancia. Obstinado en obtener el Premio Nobel de la Paz, Trump está empeñado en alcanzar con Putin una rápida solución a la guerra en Ucrania, premiando la agresión de éste, y anunciando su disposición a repartirse entre ambos las riquezas ucranianas, que trae a la memoria el acuerdo Ribbentrop-Molotov de 1939, mediante el que nazis y soviéticos se repartieron Polonia.
Igual que Cómodo, Trump gobierna con un grupo de leales y favoritos, como Elon Musk, despreciando el papel de los profesionales que trabajan en las agencias de seguridad y en la burocracia profesional washingtoniana. Al igual que el emperador, Trump cultiva con esmero su imagen. Aquel como gladiador invencible en el Coliseo. Éste, como negociador implacable que siempre logra imponerse, aunque eso sea falso.
Es hora de considerar las consecuencias de las decisiones de Trump, quien está debilitando a su país frente a Rusia y China, y está provocando un realineamiento total en Europa, cuyos líderes ya no confían en Estados Unidos. Paradójicamente, el desprecio trumpiano a los europeos puede ser el aguijón que los una militarmente para hacer frente a Rusia.
La decisión de Trump de imponer aranceles al mundo entero desatará guerras comerciales con la Unión Europea, China, Japón y otros países. También provocará un realineamiento parcial de corrientes comerciales globales. La Unión Europea, Japón y Corea ya están buscando un acercamiento con China. Este realineamiento puede debilitar al dólar como moneda de reserva, erosionando uno de los principales pilares de la hegemonía estadounidense.
El abandono de la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París y el desmantelamiento de la Agencia de Cooperación para el Desarrollo (USAID), dejando sin fondos a miles de programas humanitarios que benefician a millones de personas en todo el mundo, creará un vacío que tarde o temprano será cubierto por otros países, especialmente China. De modo que, al igual que Cómodo, las decisiones de Trump van a debilitar a su país, tanto en materia de seguridad como en temas económicos, y tienen una clara ganadora: China, supuestamente su adversaria estratégica en este siglo. Xi Jinping debe estar de plácemes. Trump está haciendo a China cada vez más grande, otra vez.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS
DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
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