Pues sí, bajo la presidencia de Donald Trump se trata de Estados Unidos contra el mundo.
O por lo menos eso es lo que el propio Trump asegura y repite su secretario de Estado, Marco Rubio.
"Vamos a ponerle tarifas a países en reciprocidad a las que ellos nos imponen a nosotros. Y, por tanto, esto es global no es contra Canadá, no es contra México, no es contra la Unión Europea; son todos. Y entonces, desde esa nueva línea básica de justicia y reciprocidad, nos involucraremos potencialmente en negociaciones bilaterales con países alrededor del mundo, en nuevos arreglos comerciales que tengan sentido para ambas partes, justas. Pero ahora no es justo. Vamos a restablecer el punto de referencia y entonces entraremos en acuerdos bilaterales, con países con los que nuestro comercio sea justo", dijo Trump recientemente.
Pero el tema no es tan derecho ni mucho menos tan simple como lo plantea Trump. Los Estados Unidos han tenido una ventaja tradicional en el comercio internacional que no desapareció, sino que sólo cambió, con los acuerdos de libre comercio que hoy descarta con tanta indiferencia.
¿Cuántas empresas o inversores, estadounidenses, se benefician o lo han hecho de la mano de obra barata en México o en Centroamérica o la misma China?
Ciertamente, el libre comercio llevó en alguna medida a la desindustrialización de los Estados Unidos, pero el proceso no comenzó con el libre comercio sino décadas antes, con la necesidad de empresas estadounidenses de encontrar mano de obra barata para reducir sus costos. Ahí nacieron las maquiladoras ¿se acuerda?
Puede ser, por cierto, un mal ejemplo, pero el hecho es que muchas de las actividades que sostienen la economía estadounidense tienen ya muy poco que ver directamente con industrias o la producción de materias primas o productos básicos. De hecho, es una economía de servicios, postindustrial. Y de las que sí tienen que ver, un buen número tiene empresas filiales en países donde los costos son más baratos.
Más aún, es claro que es posible que medidas de fuerza atraigan a nuevas inversiones industriales en los Estados Unidos. Ya hay por lo menos dos promesas multimillonarias y sería de esperar que las políticas-amenazas de Trump sean suficientemente convincentes como para atraer más.
Pero tal vez quieran limitarse a su propio mercado, o prefieran optar por hacer "dumping" en los mercados internacionales, donde quizá buscarían vender los excedentes de su producción industrial a precios bajos. No sería la primera vez que alguien buscara una solución de ese tipo.
Los países coloniales europeos en los siglos XVII y XVIII impedían que sus colonias fabrica en ciertas cosas para obligarlas a comprar lo que se hacía en la nación matriz.
Pero como el Motín del Té puede recordar a los estadounidenses, la historia muestra que al final esa solución no funcionó para el Imperio Británico, y que los verdaderos protagonistas de esa rebelión, por cierto, eran contrabandistas.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
MAAZ