Hiel y Miel

Brutalidad

El rostro del asesino o rostro “lombrosiano” fue una de sus conclusiones más controvertidas ya que sostenía que ciertos rasgos faciales determinaban si una persona era un criminal o no

Brutalidad
Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El Dr. Cesare Lombroso (1835-1909), criminólogo y médico italiano, comenzó a buscar una aproximación científica al estudio de los criminales. Fue el primero en decir que lo violento reside en nuestros cerebros y en nuestros rasgos. Esta conclusión contenía grandes peligros para la humanidad. Con las limitadas herramientas de su época trató de encontrar las bases anatómicas y biológicas de los llamados “bajos instintos”.

El rostro del asesino o rostro “lombrosiano” fue una de sus conclusiones más controvertidas ya que sostenía que ciertos rasgos faciales determinaban si una persona era un criminal o no. Este tipo de estudios (que ahora sabemos son totalmente descabellados) sobre las características físicas ligadas a la violencia, fueron la base para supuestos tan oscuros como la superioridad de algunas razas sobre otras y formaron parte de la inspiración de Hitler en cuanto a la superioridad aria.

Hoy sabemos que las características del rostro no son prueba de alteraciones sociopáticas o de personalidad, pero se sigue indagando acerca de las bases biológicas y/o genéticas de la violencia, si es que existen, para determinar los aspectos sociales que pueden incidir en estas conductas.

La agresión y la ostentación de ella es reforzado por muchos colectivos porque resulta una conducta atávica de la preeminencia del más fuerte para garantizar la sobrevivencia de su grupo, que es primordial para todas las especies. La educación y la cultura han venido a moderar estas conductas elementales, dando paso a una virtuosa combinación de un cerebro evolucionado y controles sociales. Esto ha logrado atemperar medianamente estas actitudes, pero bien a bien no sabemos su origen ni cómo regular la violencia en nuestro repertorio conductual.

En el siglo XX, Sigmund Freud desarrolló su emblemática teoría sobre Eros (el amor y la vida) y Thanatos, ese impulso oscuro y de muerte. Konrad Lorenz, el destacado austríaco-estadounidense, premio Nobel de Fisiología en 1973, creador de la etología (estudio de la conducta animal), se interesó igualmente en el tema. La pregunta básica que se plantea en su libro “Sobre la agresión, el pretendido mal" es: ¿por qué luchan los seres vivos unos contra otros? ¿Por qué se torturan y matan? De acuerdo con sus conclusiones, el deseo de sangre y la crueldad formarían parte del repertorio básico de conductas animales y humanas dado que todas estas conductas (según este autor) son innatas. Al igual que los instintos de alimentación, reproducción y huida. 

Pero Lorenz también hablaba de mitigaciones que moderaban estos cuatro instintos básicos, así que no se puede eximir de culpa a los asesinos o torturadores achacando sus conductas a un instinto básico.

Nada puede justificar la exterminación, el crimen o la violencia. Los crematorios de Jalisco o de cualquier otro punto del planeta son brutalidades intolerables que deben indignarnos. Levantemos la voz y no seamos con nuestro silencio cómplices de esta tragedia.

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

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