Política y Diplomacia Sostenible

Las y los mejores diplomáticos

¿Qué es la diplomacia? Según el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo tiene cinco acepciones. Es la rama de la política que se ocupa del estudio de las relaciones internacionales

Las y los mejores diplomáticos
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

¿Qué es la diplomacia? Según el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo tiene cinco acepciones. Es la rama de la política que se ocupa del estudio de las relaciones internacionales. Es el conjunto de procedimientos que regulan las relaciones entre Estados. Es el cuerpo especializado con que cuentan los Estados para desarrollar sus relaciones internacionales. El concepto también tiene una connotación de cortesía, aparente e interesada, que practican algunas personas. O bien, se refiere a la habilidad para conducirse con sagacidad y disimulo.

El gran pensador político, Nicolás Maquiavelo, quien gran parte de su vida fue diplomático, afirmó que: “Hay dos métodos de luchar. Uno con el derecho, y el otro con la fuerza. El primero es el método de los hombres; el segundo el de las bestias, pero el primero es con frecuencia insuficiente, (entonces) se hace preciso recurrir al segundo”. Cerca de él, Henry Kissinger definió a la diplomacia como “el arte de relacionarse entre Estados mediante acuerdos (negociación), más que por la fuerza”.

Algunos estudiosos del siglo XX la definieron como “el arte de negociar acuerdos entre Estados soberanos” (Harold Nicolson). Raúl Valdés y Enrique Loaeza, distinguidos diplomáticos mexicanos, escribieron que era “el método para establecer, mantener y estrechar las relaciones entre los Estados, a través de negociaciones efectuadas por Jefes de Estado, de gobierno, Ministros de Relaciones Exteriores y Agentes Diplomáticos”. El inglés Henry Wotton desprestigió el oficio diplomático cuando sembró el mito de que: “un embajador es un hombre honrado a quien se envía al extranjero a mentir por el bien de su país”.

Basado en la definición de los académicos mexicanos Jorge Schiavon y Rafael Velázquez, y en mi propia experiencia diplomática, propongo esta definición: la diplomacia es un arte (no una ciencia), basada en un conjunto de reglas y procedimientos lícitos (derecho diplomático), mediante los cuales los Estados se relacionan en forma pacífica, para satisfacer intereses mutuos, y los intereses económicos, políticos, y culturales, de un Estado en el territorio de otro Estado.”

La diplomacia no es igual a la política exterior de un país, que es el conjunto de principios, objetivos, metas y procedimientos de ese Estado para relacionarse con otros Estados y las organizaciones internacionales. La diplomacia es la herramienta, el vehículo que implementa la política exterior que definan las más altas autoridades de un Estado. La diplomacia no es, solamente, un proceso de negociación, sino que incluye otras actividades como representación, generación de información, la protección de los nacionales de un Estado en el territorio de otro Estado, y la promoción, por medios legítimos, de sus intereses económicos, políticos y culturales.

La diplomacia es más amplia que el servicio exterior de un Estado. Cada vez más, incluye a otros agentes nacionales, y en ocasiones a personas ajenas al Estado, como empresarios, organizaciones de la sociedad civil, expertos, medios y académicos.

Aunque siempre son bienvenidas las personas refinadas, la diplomacia no es sinónimo de buena educación, elegancia, elocuencia, ni buenos modales. Un buen político es el líder que impone sus objetivos sin recurrir a la fuerza o medios violentos, es aquel que logra “salirse con la suya”. Un buen diplomático no reclama el crédito para sí mismo. Hace sentir a su interlocutor que alcanzó sus fines, o los propósitos que ambos comparten, cuando en realidad logró sus objetivos. Es aquel que “hace que el otro se salga con la mía”.

Los diplomáticos no dictan la política exterior de su país. Son los encargados de llevar a cabo la política que definan los jefes de Estado, de gobierno, y sus ministros de asuntos exteriores. En nuestro caso, la presidenta Claudia Sheinbaum y el Canciller Juan Ramón De La Fuente. Deben informar oportunamente, y aconsejar cuando se les requiera. El diplomático consumado es un profesional que logra resultados para la política exterior de su país, y que defiende con efectividad los derechos de sus nacionales.

México se enfrenta hoy al mayor reto diplomático de los últimos cien años, desde el fin de la Revolución Mexicana, cuando con muchos esfuerzos reencontró su lugar entre las naciones, aplicando una política exterior de principios. Las amenazas de Trump en materia comercial, migratoria, y frente al crimen organizado, no tienen precedente. En una perspectiva más amplia, el país se encuentra en medio de la competencia hegemónica, cada vez más acendrada, entre Estados Unidos, y China y Rusia.

Presenciamos el gradual resquebrajamiento del orden internacional de las últimas décadas. Existe la posibilidad de que un error de cálculo produzca un conflicto militar de enormes proporciones. El multilateralismo, esencial para la política exterior de México, se ha debilitado. La polarización y atomización han llevado a la parálisis de América Latina, nuestro espacio natural para la concertación.

México requiere hoy, más que nunca, de personas diplomáticas comprometidas, con capacidad para defender nuestros intereses nacionales, y los derechos de las mexicanas y mexicanos en el exterior. Personas con vocación de servicio, imaginación, intuición y acción, con capacidad para anticiparse a los hechos, para proponer tácticas y estrategias a nivel local, y las soluciones más viables.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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