Columna invitada

La cocina del migrante

El chivo expiatorio, el excluido, el cercado. La historia de condena y persecución al migrante la hemos visto, una y otra vez, en un blucle abrumador

La cocina del migrante
Daniel Francisco / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El chivo expiatorio, el excluido, el cercado. La historia de condena y persecución al migrante la hemos visto, una y otra vez, en un blucle abrumador.

Diferentes colores, diferentes consignas, el mismo objetivo: expulsar la diversidad. Ante el grito del líder vienen los aplausos de sus incondicionales. No importa si se reciben beneficios de esa migración. Camelia Tigau, académica del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, me dijo en una entrevista que para comprender mejor el problema de la migración hay que contar las historias de las personas, “mostrar lo que tenemos en común”. No sólo arrojar cifras y estudios.

Una de las tantas historias de transterrados la contó la escritora Kim Thúy, quien logró escapar de Vietnam a los diez años. En su libro Mãn la acompañan sus recuerdos, sueños y las recetas de las abuelas. La comida se esparce entre sus páginas. El olor del loto siempre prevalece, el loto que siempre vence al aroma del pantano.

Thúy escribe que “las tradiciones culinarias se transmitían en secreto, como trucos de magia que pasasen de maestro a aprendiz, un gesto por vez, según el ritmo cotidiano”.

Para la autora, las palabras siempre son la mejor compañía en la cocina. La ayudan a recuperar el clima cálido de su tierra natal y enfrentar la estancia en Canadá. Las recetas se vuelven poema y resistencia. Cada sabor evoca las batallas perdidas. El país de asilo siempre será un sitio extraño.

Mi amiga Laura cuenta que una de las alumnas de su clase de español, que vive en Nueva York, fue un día de compras al mercado.

Iba acompañada de sus amigas. Ninguna de ellas pudo obtener una respuesta del encargado del local de legumbres. Pero ella orgullosa preguntó: “¿Dónde están los frijoles?” Su interlocutor, un adolescente mexicano, sonrió al escuchar su lengua. Laura cree que con sus clases puede vencer los prejuicios contra la cultura mexicana.

La sensación de recuperar la tierra con la comida la plasma así Kim Thúy: “Le corrieron lágrimas por las mejillas cuando le vertí en el bol una cucharada de ajo marinado al vinagre. Mientras comía la sopa me susurró que había probado su tierra, la tierra en la que había crecido, en la que lo amaban”.

POR DANIEL FRANCISCO
Subdirector de Gaceta UNAM
@dfmartinez74

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