Agenda Levantina

Del optimismo en la política…. libanesa

Comenzó un año complicado a nivel político y geopolítico, pero los libaneses quieren ser optimistas. Tras la debacle del Hezbolá y la caída del régimen de Bashar Al-Assad en Siria

Del optimismo en la política…. libanesa
Marta Tawil / Agenda Levantina / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Comenzó un año complicado a nivel político y geopolítico, pero los libaneses quieren ser optimistas. Tras la debacle del Hezbolá y la caída del régimen de Bashar Al-Assad en Siria, el General Joseph Aoun fue elegido decimocuarto presidente de la República de Líbano, tras más de dos años de vacío institucional.

Aoun, quien desde 2017 funge como comandante del Ejército libanés (única institución que refleja la sociedad en todos sus componentes), parece responder a las aspiraciones de muchos libaneses. Rompe con la clase política tradicional; su estilo y trayectoria (durante la cual supo proteger la institución militar de todas las tormentas que han azotado el país en los últimos años) lo convierten en un actor capaz de interactuar en igualdad de condiciones con los distintos partidos, sin ceder fácilmente ante alguno.

El equilibrio de poder en la región se ha visto sacudido por las secuelas de la guerra israelí, y en ese nuevo marco la candidatura de Aoun tradujo una convergencia de intereses estadounidenses, franceses y sauditas. Nada nuevo ahí. Desde 1943, ningún presidente libanés puede presumir haber sido elegido sin luz verde de algún actor regional o internacional.

Además, una vez elegido, el mandato del presidente libanés también suele depender de factores regionales, principalmente de la política israelí. Así, en su discurso de juramento, Joseph Aoun prometió que el Estado libanés tendrá el monopolio de las armas, y que sólo a él competirá poner fin a la ocupación israelí y repeler su agresión al territorio libanés.

En efecto, la principal misión, aquella para la que fue elegido, será lograr que el Hezbolá acepte convertirse en un partido político como cualquier otro, y dejar las armas. Desafíos titánicos, sin duda, que, sin embargo, no impiden a los libaneses ver el futuro con Joseph Aoun cierta luz favorable.

En cualquier caso, en política, más que el optimismo, debe ser la lucidez la que promueva la esperanza y la posibilidad de mejorar el sistema. Imaginar con lucidez significa, entre otras cosas, recordar que un hombre no puede por sí solo salvar un país; que sus prerrogativas son limitadas y que no puede ignorar los equilibrios políticos.

Más de cien años después de su creación, Líbano figura como un triste Estado fallido. Sigue siendo un país donde prevalece un fuerte clientelismo y una enorme corrupción en torno a dinámicas comunitarias (étnicas y religiosas), que se anteponen a la idea de nación.

Con todo, aunque nadie sabe si el futuro será necesariamente mejor que el presente, lo cierto es que hacía sólo unas semanas el horizonte político libanés parecía completamente paralizado y bloqueado, y Líbano seguía desintegrándose sin provocar ninguna conmoción nacional real. Con Aoun surge una ventana de oportunidad para reconfigurar el poder y reinventar la democracia libanesa.

POR MARTA TAWIL

Investigadora de El Colmex

MAAZ

 

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