El pasado domingo se realizaron diversos actos que merecen algunos comentarios y reflexiones.
Siguiendo el orden cronológico, después de las diez de la mañana, en el Zócalo capitalino, el Presidente pronunció un discurso sobre los logros de su gobierno.
Siendo este el último, se distinguió por su extensión, y porque montaron 25 mil sillas para que los asistentes no se cansaran. Un país de maravilla fue descrito en dos horas que duró su alocución.
La cantidad de falacias, verdades a medias o mentiras pronunciadas es francamente vergonzosa. La realidad de México al final de esta administración es diferente a la que pintó el Presidente. De entre las pocas cuestiones alentadoras, es que fue el último.
El Presidente recurrió a su costumbre de pedir aprobación a mano alzada sobre cuestiones previamente decididas por él. ‘A ver, aquí vamos a hacer una consulta, ustedes qué prefieren, ¿Qué a los ministros los elija el Presidente y los senadores o que los elija el pueblo?’.
López Obrador insiste en que la democracia es única y exclusivamente el acto de aceptar o rechazar una propuesta. No ha dado, desde el 5 de febrero hasta hoy, fundamentación lógica para sostener que si los jueces, magistrados y ministros son elegidos, desaparece la corrupción, y considera que la experiencia y el conocimiento se darán por añadidura.
El siguiente evento se dio el mismo domingo, casi a la misma hora de la concentración en el Zócalo. Estudiantes de universidades públicas y privadas se dieron cita para marchar de El Ángel de la Independencia hasta la sede del Senado de la República, con el objetivo de protestar contra la anunciada imposición de una Reforma al Poder Judicial, e insistir en la necesidad de dialogar con los legisladores, para construir en conjunto una solución a los problemas que en materia de justicia padecemos los mexicanos.
A la marcha, conformada principalmente por alumnos de derecho, se unieron maestros, integrantes de Poder Judicial, y ciudadanos en general. El contingente fue creciendo en entusiasmo y número al acercarse al Senado; las consignas fueron certeras: “si el pueblo se informa, no pasa la reforma”, “el Poder Judicial, contrapeso nacional”, “somos abogados, no somos acarreados”.
Los jóvenes exigieron, propusieron, extendieron la mano. Hablaron de organizarse, de participar. Lo hicieron con firmeza, pero con sobriedad, y con argumentos. La marcha de los jóvenes recupera la esperanza. No todo está perdido.
Por último, por la tarde, en la inauguración de los trabajos de la LXVI legislatura, la secretaria de Gobernación presentó el VI Informe de Gobierno del Presidente. Ignoro si su contenido coincide con el discurso matutino en el Zócalo, pero repruebo el tono alebrestado y partidista en que la secretaria se dirigió al Congreso de la Unión.
Confundió la tribuna, ignoró el protocolo, faltó al respeto al Congreso. ¡Qué pena!
POR CECILIA ROMERO CASTILLO
COLABORADORA
@ceciliaromeroc
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