Naciones Unidas, Nueva York. Finalmente, después de dos años de negociaciones, esta mañana la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó sin votación el “Pacto del Futuro”, una declaración en que los Jefes de Estado y de Gobierno de los 193 países que forman parte de la ONU, se comprometen a realizar 56 acciones concretas para tratar de heredarle un mundo mejor a las próximas generaciones.
El Pacto incluye dos anexos: un “Pacto Digital Global” y una “Declaración sobre las Generaciones Futuras”. No es un tratado internacional jurídicamente vinculante.
Es una declaración en la que los gobiernos y las organizaciones internacionales se comprometen a realizar una serie de acciones para reforzar la paz y la seguridad internacionales, la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, el desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático, la cooperación digital, la regulación de las nuevas tecnologías, la protección de los derechos humanos, la igualdad de género, para la juventud y las generaciones que no han nacido, y la transformación de la gobernanza global.
El Pacto está lejos de ser un documento perfecto. Ninguna declaración internacional puede serlo en un mundo profundamente fracturado por las guerras en Ucrania, Gaza, Sudán, y las guerras civiles y conflictos violentos al interior de docenas de países en todas las regiones del mundo.
No es posible que una declaración internacional, elaborada por gobiernos y organizaciones internacionales, logre satisfacer a todos los sectores de la población en sociedades cada vez más polarizadas.
Aún así, el Pacto del Futuro revive la esperanza en un multilateralismo más efectivo. Es el primer documento internacional que se ha aprobado, en casi diez años, en que se redefinen las prioridades de la agenda internacional.
No reemplaza a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ni al Acuerdo de París sobre el calentamiento global, aprobados en 2015. Al contrario, los reafirma y los pone en el centro de la cooperación internacional. También reitera las obligaciones de los estados contenidas en la Carta de la ONU, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las principales convenciones internacionales en la materia, así como los tratados internacionales sobre desarme nuclear.
Los desafíos para lograr la implementación del Pacto son y seguirán siendo enormes. El obstáculo fundamental es la ausencia de financiamiento internacional para que los países de bajos ingresos, e ingresos medios, impulsen programas contra la pobreza, el hambre y la malnutrición, la salud, la educación, el acceso al agua potable y el saneamiento.
De acuerdo con la propia ONU, se requieren entre 2.5 y 3 billones de dólares anuales (millones de millones) hasta 2030 para ese propósito. https://desapublications.un.org/publications/financing-sustainable-development-report-2023
También se enfrentarán otros retos para lograr su implementación en áreas como las nuevas tecnologías, especialmente la Inteligencia Artificial, cuyo dominio se concentra en muy pocos países y algunas empresas privadas, que se resisten a que la ONU inicie un esfuerzo serio de regulación internacional en la materia.
Pero el tema fundamental que complicará la implementación del Pacto seguirá siendo la fractura que existe en el escenario internacional y se refleja en las Naciones Unidas.
Esa fractura se inició en 2003 con la invasión ilegal de Estados Unidos a Irak para derrocar a Saddam Hussein, sin el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y se ensanchó en 2011, a raíz de la decisión de Francia, Reino Unido y Estados Unidos de derrocar al gobernante libio, Muamar Khadafi. Desde entonces, el Consejo de Seguridad no logra tomar grandes decisiones frente a grandes conflictos.
La invasión ilegal de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 ha hecho aún más profunda la fractura. Es cierto, la causa profunda de la guerra en Ucrania fue la expansión de la OTAN hacia los países de Europa Oriental, violando las promesas de Estados Unidos y Alemania, hechas a Gorvachov y reiteradas a Yeltsin, de que dicha expansión nunca ocurriría.
El intento de incorporar a Ucrania a la OTAN, llevando los misiles occidentales a su frontera, terminó provocando una reacción violenta del antiguo imperio ruso. Después de tres años de guerra, es hora de una negociación que le ponga fin a este conflicto.
Pero esta mañana la Asamblea General atestiguó otra manifestación de la fractura internacional. Sorpresivamente, con el apoyo de sus aliados Bielorrusia, Corea del Norte, Irán, Nicaragua y Venezuela, Rusia presentó una propuesta de adición al texto del Pacto cuyo efecto práctico era invalidar su implementación.
La enmienda rusa cuestionaba la existencia misma del Pacto reiterando la disposición de la Carta de la ONU, en su artículo 2, párrafo 7, de que la Organización no intervendrá en los asuntos internos de los estados, lo que es absurdo. Fue una crítica frontal al secretario general, Antonio Guterres, y a la Organización misma, por considerar que no han sido imparciales en su guerra contra Ucrania.
Afortunadamente, la enmienda no fue considerada porque los países africanos, que esperan beneficiarse del Pacto, pidieron que no se tomara acción sobre la misma, lo que fue aprobado abrumadoramente por la Asamblea General. Así, finalmente el Pacto del Futuro se aprobó sin votación. Pero quizá Rusia logró lo que deseaba: abollar su nacimiento. Mostrar que la ONU también paga los costos de la fractura.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA
@MIGUELRCABANAS
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