La corrupción es uno de los grandes males que atormentan a todo gobierno. Es el enemigo por vencer, pero al mismo tiempo también un arma con la que se puede atacar. Al menos le encuentro estas dos funcionalidades, hablando en términos discursivos, claro, a la constante presencia de tal concepto dentro de la relación entre nuestro imaginario y la política. Desde las voces de la población surgen las inquietudes y miradas contra los funcionarios corruptos.
Hace poco, Ana Gabriela Guevara, titular de la CONADE, se vio envuelta en polémica al ser captada en restaurantes de lujo y en un vuelo de primera clase tras su viaje a los Juegos Olímpicos de París. Ante la complicada situación económica del deporte en México, que la directora del organismo que se supone debe apoyar a las y los atletas mexicanos estuviera en lugares asociados con grandes cantidades de dinero despertó varias críticas.
Ella se escudó declarando con sus palabras: "Todo lo que gano me lo trago, me lo unto y me lo visto como me da mi chingada gana". Aun con sus propias particularidades, este caso representa esa creencia, me atrevería a decir de larga duración, de que las y los funcionarios utilizan sus cargos con el principal objetivo de enriquecerse.
La distancia que establecemos con el pasado nunca está definida y la manera de verlo o construirlo se encuentra sujeta a nuestras visiones del presente y futuro. En este sentido, no se puede ignorar que hay al menos dos pasados: aquel que define quienes no somos y otro que siempre está penetrando en el presente.
Al observar algunas pistas de la corrupción en una perspectiva histórica, nace la demanda de analizar aquello que ya no es ahora, pero en un giro irónico, también de preguntarnos por qué todavía hay manifestaciones que no logran separarnos totalmente de ese pasado.
En su texto, "México y sus revoluciones" (1839), el intelectual José María Luis Mora afirmaba que la población tenía fuertes sospechas contra los ministros de hacienda por sus "gastos notables mientras ocupaban el ministerio". En febrero de 1905, el periódico "Regeneración" de los Flores Magón acusaba a los científicos, reyistas y porfiristas (grupos de poder político) de tener el mismo ideal: "el de enriquecerse con el dinero del pueblo". Tales eran las críticas hacia los funcionarios corruptos.
La corrupción es un viejo conocido en la historia política. Es uno de esos puntos que unen al pasado, presente y futuro, este último en la necesidad de erradicarla. Analizar estas manifestaciones desde una perspectiva histórica nos permite comprender la complejidad de un fenómeno que, entre tantas alteridades y discontinuidades, no deja de afectarnos.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
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