Columna invitada

Inclusión Financiera 2.0, la oportunidad de México

Necesitamos crear modelos rentables y sostenibles que vayan más allá de otorgar cuentas transaccionales a las personas

Inclusión Financiera 2.0, la oportunidad de México
Carlos López-Moctezuma / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El Banco Mundial define la inclusión financiera como el acceso que tienen las personas y las empresas a diversos productos y servicios financieros útiles y asequibles que satisfacen sus necesidades. 

La evolución de la inclusión de una persona en el sistema financiero debería seguir un camino progresivo, permitiéndoles realizar transacciones básicas y gestionar su dinero de manera más eficiente mediante el uso de tarjetas de débito asociadas a estas cuentas. 

Luego, sería normal pensar que, a medida que se establecen en el sistema financiero y demuestran capacidad de pago a través de los movimientos en sus cuentas, podrían acceder a productos de crédito y, al mismo tiempo, a la posibilidad de protegerse con un seguro. 

La realidad es que esto no sucede así, hay varias fallas en el sistema que no permiten a las personas escalar de esa manera la escalera de la inclusión financiera. Aún cuando la infraestructura financiera, compuesta por sucursales, cajeros automáticos, terminales punto de venta y corresponsales, ya es lo suficientemente robusta para que 97 por ciento de la población adulta pueda acceder al sistema financiero, según la última Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF), en México sólo 67.8 por ciento de las personas entre 18 y 70 años cuenta con algún tipo de producto financiero formal. 

No sólo eso, si lo vemos por niveles socioeconómicos el resultado es aún peor, la ENIF de 2021 revela que 47 por ciento de las personas en niveles socioeconómicos bajos (C, D y E) tienen una cuenta bancaria, sólo 28 por ciento un crédito, y únicamente 20 por ciento posee un seguro. En contraste, entre los niveles socioeconómicos altos, 78 por ciento posee una cuenta de ahorro, 56 por ciento tiene un crédito y 60 por ciento un seguro. 

Estas cifras evidencian la desigualdad en el acceso a productos financieros, alimentada por múltiples factores: la falta de educación financiera, el temor a la fiscalización, una economía informal donde predomina el uso de efectivo, la escasa digitalización que limita la adopción de aplicaciones financieras a pesar de la alta penetración de teléfonos inteligentes, y el difícil acceso a créditos debido a la dificultad de evaluar la calidad crediticia de millones de personas sin historial. Además, existe una falta de productos que realmente satisfagan las necesidades financieras de la población de menor poder adquisitivo. 

Para solventar estos problemas, necesitamos crear modelos rentables y sostenibles que vayan más allá de otorgar cuentas transaccionales a las personas, ya que esto solo las mantiene sub-bancarizadas y sin un acceso real al sector financiero.

Debemos enfocarnos en lo que yo llamo la “Inclusión Financiera 2.0”, que implica, entre otras cosas, implementar una regulación que fomente la disminución del uso del efectivo, establecer redes para depósitos y retiros disponibles a un precio accesible para los consumidores. Además, es fundamental generar productos innovadores que permitan construir historial crediticio para miles de personas, especialmente aquellas del sector informal. 

Asimismo, es esencial crear productos de seguros y asistencias que cubran los verdaderos requerimientos de los segmentos más desatendidos, en lugar de simplemente tratar de adaptar productos de otros segmentos a menor precio, los cuales difícilmente satisfacen sus necesidades reales. Por último, debemos ayudar a las personas a vincular sus remesas a sus cuentas para generar un historial de flujos que les permita acceder al crédito. 

En conclusión, la verdadera Inclusión Financiera 2.0 en México es un objetivo ambicioso que requerirá tiempo y colaboración. Por lo que, es necesario un mayor compromiso de las instituciones financieras, los reguladores y las demás instancias gubernamentales. Solo así, se podrá desarrollar, por un lado, un sistema rentable y sostenible para los proveedores de Servicios Financieros y, por el otro, conseguir que todas las personas tengan la oportunidad de acceder a productos financieros que mejoren su calidad de vida y contribuyan al crecimiento económico del país. 

Por Carlos López-Moctezuma

Director General de Bancoppel y Servicios Financieros Grupo Coppel

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