Columna Invitada

Saint-Simon:¿qué pasaría si las personas juzgadoras desaparecieran?

Saint-Simon:¿qué pasaría si las personas juzgadoras desaparecieran?
Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Henri de Saint-Simon es, sin duda, uno de los pensadores que más incidió en las disciplinas económicas, políticas y sociológicas; tal vez, para algunos –como Marx, Owen y Fourier– habría que acotar el legado sansimonista a un socialismo utópico, en virtud de que el reconocimiento de las clases trabajadoras y la nueva organización social que sustituyera al Antiguo Régimen se debería lograr con exclusión de todo tipo de acción revolucionaria.

En el diseño positivista del nuevo orden social propuesto por el francés y motivado por la Revolución Industrial, Saint-Simon establece en su parábola que dos grandes grupos sociales: los trabajadores y los ociosos (estos últimos integrados por los nobles burócratas y clérigos). A partir de esta distinción desarrolló una parábola cuyo significado se refleja en la importancia que tienen ciertos sectores productivos, la experiencia que suponen y la problemática generada con la desaparición de quienes los integran.

¿Qué pasaría si un país perdiera sus primeros cincuenta sabios, artistas, artesanos, científicos y obreros especializados hasta alcanzar la suma de 3 mil pérdidas? Saint-Simon señala que serían irreparables por razones objetivas: hundirían al país –en este caso Francia– y lo dejarían pésimamente posicionado frente a las demás naciones. Y sobre todo, porque la naturaleza no es tan pródiga en procrear personajes excepcionales: “estos son los productores más necesarios para Francia; son los que suministran los bienes y artículos más importantes, los que dirigen los trabajos más útiles de la nación y los que hacen a ésta fecunda en las ciencias, en las bellas artes y en las profesiones y oficios. Ellos son la verdadera flor y nata de la sociedad francesa; son los franceses más útiles a su país, los que le proporcionan la gloria mayor; los que más aceleran su civilización y su prosperidad. En suma, dejarían a un país sin alma”.

A la vez, aleccionador se pregunta ¿Qué pasaría si se perdieran 30 mil personas del grupo de los ociosos, inclusión hecha de la familia gobernante? En realidad nada, toda pérdida es lamentable, pero ésta lo sería desde un punto de vista sentimental. En este grupo Saint-Simon incluyó a todo el aparato público. Por eso se debe aclarar un punto: la estructura del Estado provocaba resentimiento en una Francia de estirpe nobiliaria y de cargos heredados.

Ahora bien, si se piensa que un funcionariado judicial profesionalizado y enfocado a hacer justicia en aras de los derechos fundamentales –que no a nombre del mandamás en turno– dentro de una república democrática pasa al lado de la clase trabajadora y productiva.

¿Qué pasaría si en el México contemporáneo desaparecieran las personas juzgadoras? Como diría el fundador del socialismo: sería un daño en detrimento político del Estado. ¿Cuántos buenos abogados son tan buenos juristas como nuestros jueces? Despreciar y desvalorizar la rica experiencia judicial, la construcción que paso a paso ha formado un Poder Judicial progresivo, la doctrina constitucional creada en los fallos y el rol que juega dentro del sistema de pesos y contrapesos cumpliría la parte fatídica de la parábola.

Transformar los poderes judiciales no es destruir su legado, es necesario sí mejorarlo, pues ha construido buena parte del Estado democrático en nuestro país.

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