La súbita complicación de las relaciones con Estados Unidos y Canadá son una prueba de fuego para la apenas renovada Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), que lucha por recuperar el terreno perdido durante el periodo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, pero con aún menos recursos que entonces.
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum apenas lleva nueve semanas en el poder, pero enfrenta un diferendo que parece escalar en crisis para su participación en el Tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).El problema está en las amenazas de incrementar tarifas a la importación promovidas por el presidente electo Donald Trump, como forma de presión para buscar el control de migrantes, el tráfico de drogas (en especial fentanilo) y la llegada de mercaderías chinas a través de México.
Y aunque lo cierto es que la posible aplicación de aranceles funcionaría contra la propia economía estadounidense, también es correcto pensar que en alguna medida los amagos parecerían más bien como una forma de hacer sentir su poder a vecinos, que como Canadá y México –y quizá más este último– tienden a manejarse con cierta independencia. Y en ese sentido, una toma de posiciones para buscar cambios en el T-MEC a partir de la próxima revisión del acuerdo.
En buena parte, la preocupación estadounidense declarada deriva de las crecientes inversiones chinas en México y de los problemas de seguridad, percibidos o reales, en el país. La rivalidad comercial con China lleva a Estados Unidos a tratar de bloquearle accesos comerciales a su mercado y México es percibido como un punto débil en ese sentido.
Paralelamente, y a diferencia de Canadá, Trump ha insinuado claramente que podría ordenar algunas operaciones militares en México para eliminar a presuntamente intocables jefes o células del crimen organizado. Para remate, y aunque no son parte del T-MEC, es evidente que desde el punto de vista estadounidense –y de Canadá– las condiciones de inversión en México cambiaron con las reformas promovidas por el ahora expresidente López Obrador y ratificadas recientemente por el Congreso, especialmente la judicial.
A primera vista la SRE parece en desventaja, tanto por la falta de recursos como por la necesidad de ser la primera línea de combate en el reequilibrio de una imagen que sobre todo en Estados Unidos pero también en otras partes del mundo, está dominada por reportes de violencia criminal y de un gobierno ideologizado que preside sobre una economía atribulada.
Pero es igualmente importante subrayar que algunas de las quejas estadounidenses eran atendidas ya desde el gobierno previo, que se esforzó por controlar flujos migratorios, pero en persecución de sus metas políticas, puso a la economía en aprietos. El ahora Canciller Juan Ramón de la Fuente tiene la ingente tarea de revitalizar una Secretaría y una política exterior que fueron debilitadas por un gobierno sin interés. No va a ser fácil.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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