WASHINGTON.- Estados Unidos se embarcan hoy en una de las más competidas elecciones de su historia, y una que probablemente defina su futuro. Tanto la candidata demócrata y vicepresidenta, Kamala Harris, como el republicanoy el ex presidente, Donald Trump, se dicen confiados en su victoria. Pero la verdad sea dicha, ambos se enfrentan a la posibilidad de derrota de maneras muy distintas.
De acuerdo con algunas fuentes, Harris, cree que ganará la elección, pero se preocupa por la reacción de Trump, que se espera reclame el triunfo al margen de los resultados del voto y lo cuestionen legalmente, en jornadas que temen pueden llevar al caos, la confusión y aún violencia.
De acuerdo con James Carville, que fuera el principal asesor de campaña electoral de Bill Clinton, la mayor diferencia entre los dos es que si Trump gana por un punto, los demócratas lo aceptarán, pero Harris deberá ganar holgadamente para que los republicanos los hagan y aún así será por lo menos a regañadientes.
Trump y sus aliados, por su parte, parecen empeñados en el juego de victoria a como dé lugar y hasta el uso de todas las triquiñuelas legales posibles. Algunos afirman que tienen la esperanza de que algunos estados no puedan certificar sus resultados y, por tanto, sus votos electorales, lo que llevaría la elección a la Cámara de Diputados, donde la mayoría republicana podría decidir.
Los escenarios son ciertamente catastróficos. Estarían acordes con una campaña que mostró la división casi por la mitad de la población estadounidense y el encono entre los extremos de ambos grupos.
Gane quien gane, la división no terminará y quien sea electo enfrentará la realidad de que la mitad o casi de sus compatriotas los rechace.
Lo que implique eso para Estados Unidos es una pregunta que solo se puede responder con especulaciones. Se ha llegado a hablar de una fractura nacional y hasta de la posibilidad de una guerra civil, pero nadie sabe realmente lo que pudiera pasar.
El problema, o parte de él, es que para bien o para mal Trump se ha dedicado a endurecer la posición de sus seguidores, y anunciado su intención hasta de usar al ejército para enfrentar lo que califica como “ el enemigo interno”, como define a sus adversarios políticos, a sus críticos, y aún a sectores de la burocracia del gobierno federal.
En ese marco, resulta casi fácil pronunciarse a favor de Harris, como guardiana del orden y la institucionalidad estadounidense, amén de ofrecer un gobierno para todos los estadounidenses.
Pero también es cierto que sea quien sea enfrentará situaciones de conflicto que quizá ningún otro presidente haya enfrentado desde la postguerra civil de 1861-65. Las implicaciones tienen repercusiones internacionales, más allá de las medidas proteccionistas, de comercio y de endurecimiento migratorio, que en mayor menor grado pudieran asumir cualquiera de los dos.
Lo que sí, los Estados Unidos que salgan de esta elección serán distintos a los de hace solo diez años.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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@CARRENOJOSE
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