Apuntes de Guerra

¿Tiene futuro América del Norte?

Fue así como Salinas, con gran visión del momento, decidió retomar una idea que parecía en esos tiempos casi imposible: un acuerdo de libre comercio con EEUU

¿Tiene futuro América del Norte?
Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Cuando a finales de los años ‘80 del siglo pasado, el presidente Carlos Salinas hizo un viaje de trabajo a Europa en busca de nuevos mercados e inversiones, se topó con que la caída del Muro de Berlín, y por lo tanto de la Cortina de Hierro, había cambiado por completo las prioridades europeas.

Más allá de España, que siempre ha tenido interés y apetito por el nuevo mundo, las grandes y medianas potencias europeas estaban enfocadas a cómo integrar -o absorber, en el caso de Alemania- a sus vecinos orientales, ansiosos por descubrir las mieles del capitalismo y la democracia liberal.

Otro día hablaremos acerca de si esas mieles resultaron dulces o amargas para muchas de esas naciones, pero el hecho concreto es que en ese momento Europa occidental estaba demasiado concentrada en los retos y enormes costos de la incorporación de sus nuevos amigos, en cómo impedir una desintegración caótica de la Unión Soviética y en cómo financiar todo ello. Así que para México y en general para América Latina había poco tiempo y menos atención.

Fue así como Salinas, con gran visión del momento, decidió retomar una idea que parecía en esos tiempos casi imposible: un acuerdo de libre comercio con EEUU. Al proyecto pronto se sumó Canadá y tras arduas negociaciones y trabajo de convencimiento de los muchos escépticos, se firmó el TLCAN, cuya variante el T-MEC sigue hoy rigiendo el intercambio comercial y la integración económica de América del Norte.

La lógica del libre comercio norteamericano es tal que parecería que ese futuro estaría labrado en piedra. Si la idea se sobrepuso a los populismos de izquierda y los intereses creados estadounidenses, a la llegada de Donald Trump y al cambio de régimen en México, nada podría ya afectarle.

Pero resulta que sí: la versión recargada de Donald Trump augura tiempos tormentosos y de muchos cambios para la región, dada su intención declarada de conducir las relaciones de EEUU usando los aranceles y las presiones fronterizas como principales herramientas. Ni siquiera el hecho de que el TMEC sea “su” tratado, su bebé, lo tiene a salvo, ya que Trump nunca ha visto un acuerdo que no pueda romper o doblar para conseguir lo que él quiere, y en su visión de suma cero Trump busca reducir déficits comerciales y ganar influencia y poder.

Hace ocho años, cuando llegó a la Casa Blanca por primera vez, Trump coqueteó con la idea de un acuerdo que excluyera a Canadá, tal era su desagrado por el Primer Ministro, Justin Trudeau. Entonces, México abogó por su permanencia. Hoy, cosas de la vida y de la diplomacia, son los

canadienses quienes se inclinan por excluir a México de un nuevo acuerdo. Da igual si lo hacen por convicción o por congraciarse con Trump, se han abierto de capa.

Las leyes del sentido común y de la gravedad indican que México y EEUU deben conservar y profundizar sus relaciones e intercambios, y el mismo Trump lo sabe. Pero tal vez sea el momento de repensar si Norteamérica como concepto de integración regional merece o no la pena.

POR GABRIEL GUERRA

PAL

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