Columna invitada

La tragedia de Pontiac

Un cable sobrecargado de conexiones eléctricas empezó a humear, provocando el gas tóxico que les quitó la vida

La tragedia de Pontiac
Antonio Meza Estrada / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

El montaje del nacimiento y del árbol de Navidad les consumió el fin de semana: papá, dos pequeños y una mamá en su tercera espera, ya en el sexto mes. El contexto era hermoso: la bella ciudad de Pontiac, en Michigan, con sus pinos nevados y sus lagos congelados. Música de campanillas y villancicos, lucecitas en los hogares y estrellas en el horizonte con brillos intermitentes.

Juan, oriundo de Morelos, fue a la tienda por comestibles para la cena. En el camino, de regreso, se encontró a unos amigos e hicieron planes para el día siguiente. Escuchó a lo lejos las sirenas de autos de bomberos y vehículos de emergencia. Los vio pasar. Una extraña premonición lo separó del grupo y lo lanzó a correr hacia su hogar, distante a cuatro cuadras. Resbalando entre el black ice, se estremeció al ver su casa en humo y llamas que asomaban por las ventanas de la planta baja. 

 María se quedó adormilada abrazada de Josesito y de Mabel, recostados sobre el regazo donde crecía su nuevo hermanito. El bochorno de la casa y la chimenea los arrulló. Un cable sobrecargado de conexiones eléctricas empezó a humear, provocando el fatal gas tóxico que les quitó la vida: murieron lentamente, intoxicados por monóxido y emanaciones del plástico de los cables que se incendiaron poco a poco. Finalmente, las flamas lo abrazaron todo. 

El cónsul de México estuvo apoyando a Juan en todas las diligencias. Imponente la misa de despedida, con tres padres del apostolado migrante que se reunieron para bendecir a las víctimas. El gobierno estatal y la Cancillería apoyaron los trámites de repatriación. El gobierno local y la empresa donde trabajaba Juan le ayudaron a obtener la residencia permanente y solventar el reinicio de su plan de vida. 

Una ONG de la comunidad demandó a los dueños de la casa -rentada por Juan y su familia, como muchos paisanos lo hacen-, porque la construcción no tenía detectores automáticos de humo: eso hubiera hecho la diferencia.

En estas fechas de regalos, villancicos, nacimientos y árboles con foquitos… hago una oración por esa familia de paisanos… quizá la vivencia más triste que tuve como cónsul de México en Detroit.  

Nota: los nombres son distintos a los originales.

CITA: Papá, mamá y sus dos hijos habían pasado el fin de semana poniendo el nacimiento y árbol de navidad

POR ANTONIO MEZA ESTRADA

COLABORADOR

YERBANIS33@GMAIL.COM

MAAZ

 

Temas